Historias de Fe

Se apellida Iglesias y es uno de los últimos organistas litúrgicos de España

Alberto Iglesias es organista litúrgico, uno de los últimos que quedan en España. Aprendió sus primeras notas a los seis años, guiado de la mano de su párroco y mentor, y ahora está buscando a quién transmitir este legado.

Poco más de tres décadas después, Alberto sigue alabando a Dios y exaltado la belleza del Evangelio con innumerables notas musicales, de hecho muchas de ellas provienen de antiguas partituras de celebraciones litúrgicas que datan de hace 400 años.

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A los ocho años, Alberto ya tocaba el órgano con mucha destreza. Foto Cortesía Alberto Iglesias González.

Ingeniero agrícola y organista litúrgico

Originario de Cantalapiedra, una provincia de Salamanca en España, cada domingo toca el órgano en su parroquia Santa María del Castillo, dice en entrevista a Desde la fe.

Recuerda que era monaguillo en la parroquia cuando por primera vez escuchó tocar al padre Hilario Almeida, el nuevo párroco y organista de ese entonces.

“Quedé cautivado por por el sonido y comencé a aprender de oído. La primera canción que me aprendí fue el ‘Santo Palazón’, la aprendí de oído. Todo lo que tocaba el padre Hilario, en paz descanse, lo aprendía sin partituras; luego me dijo que debía aprender solfeo para pudiera leer las partituras y así lo hice”.

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“Me acuerdo que no alcanzaba los pedales del órgano barroco de la iglesia, entonces tenía que poner un montón de misales antiguos en el banco. El padre Hilario me enseñó a amar la música, sobretodo la litúrgica”, señala Iglesias González.

Aunque la música es una de sus grandes pasiones, asegura que no da lo suficiente para vivir, por ello, la compaginó con la ingeniería agrícola, una labor que ha estado presente en su familia por muchas generaciones.

Compagina su vocación de organista litúrgico con su profesión de ingeniero agrícola. Foto: Cortesía Alberto Iglesias.

Especialista e investigador de la música sacra

“Mi vocación como organista se empezó a engendrar en mí. A los ocho años tocaba el órgano perfectamente con registros. Aunque amo profundamente a Dios, mi llamado no fue el sacerdocio, pero sí creo que mi encomienda es la música“.

Después de la secundaria entró a una academia de música en Salamanca, donde aplicó las enseñanzas del padre Hilario: solfeo, armonía, composición y canto. También aprendió a tocar guitarra, laud, clavinovas, y otros instrumentos.

A la par con su educación, nunca dejó de tener contacto con su maestro, el padre Hilario, quien fue encomendado a otra iglesia, pero siempre seguían en contacto, tanto que le ayudó a concretar, en 2008, su libro “Misas populares en latín cantadas y transmitidas por tradición oral en la provincia de Salamanca”, editado por la diputación de esa ciudad.

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“Son misas mozárabes de los siglos XV y XVI, las cuales se han transmitido de generación en generación. De hecho, en las fiestas patronales de Cantalapiedra, cantamos una misa de hace 400 años, en latín. Esa tradición aún no se ha perdido”.

El agricultor y organista ha seguido rescatando la historia de la música litúrgica, tanto así que tiene cerca de 162 misas mozárabes, que les ha llevado a Alberto y al padre Hilario -cuando vivía-, más de 13 años de investigación.

De hecho, asegura que el cabildo catedralicio de Salamanca, que en próximas fechas saldrá la reedición del libro del padre Hilario, en el que se incluirán más de 300 himnos y salves mozárabes, las últimas investigaciones del sacerdote y su pupilo.

Es organista litúrgico certificado por la Conferencia Episcopal Española y miembro de la Asociación para la Promoción de Música Religiosa. Foto Cortesía Alberto Iglesias.

Un oficio en peligro de extinción

El organista asegura que hay una decadencia de organistas en España, pues la música ya no se enseña en los seminarios o dentro de las órdenes religiosas o los conventos.

“Creo que han dejado de compartir un legado, que es una verdadera joya y otra manera de demostrar nuestro amor a Dios, pero tengo la misión de que este legado musical no muera”.

Asegura que no hay mucho interés por parte de los jóvenes, pues están absortos en las redes sociales y en otras distracciones, por lo que su oficio de organista litúrgico, de seguir la situación así, está condenado a la extinción.

“Tengo 39 años y cuando me case y tenga a mis hijos, les trataré de inculcar el amor a la música, para que ellos puedan continuar con mi legado y ellos a su vez puedan transmitirlo a otros”.

Cynthia Fabila

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