Hace muchos años, en una casita de San Luis Potosí, una pequeña que aún cursaba la primaria en una escuela de inspiración cristiana, solía vestirse como monjita para después verse al espejo, y ante la imagen que se reflejaba, sonreía y se decía a sí misma: “Te ves bonita”.
Pues aquella niña, de nombre María Mata Contreras, acaba de cumplir medio siglo de haberse consagrado a Dios por medio de la Congregación de las Hijas de la Caridad de María Inmaculada.
Durante una plática con Desde la fe, al referirse a la forma en que recibió el llamado de Dios, indicó que, si bien no tiene muy presente el momento exacto en que sucedió, sí está segura de que el haber realizado sus estudios de primaria con religiosas, le aclaró cual era su camino a seguir.
María estudió la educación básica en un colegio de primaria perteneciente a la Congregación de las Hijas de la Caridad de María Inmaculada, gracias a lo cual las conoció muy bien, hasta que un día la invitaron a conocer la vida religiosa. Y ella les dijo que ‘sí’.
Y es que -dice- su madre la educó para respetar a las religiosas y para ser muy obediente con ellas. La hermana María recuerda que su madre le recomendó decir sí a todo lo que le indicaran las hermanas, y eso marcó su destino, pues -cuenta, divertida y con una gran sonrisa-: “Cuando me dijeron ‘¿quieres ser monjita?’, les dije que sí”.
Fue a la edad de 15 años cuando María le preguntó a Dios: “¿Qué quieres? ¿Me voy o me quedo?’, estando aún en San Luis Potosí.
“No sé cuál fue su voz -dice-, pero desde ahí comencé a sentir que tenía que viajar a la Ciudad de México para entrar a la Congregación, y le compartí a mi mamá mi decisión. Yo sentía que Dios me decía: ‘Ya te esperé mucho, quiero que vengas conmigo’”.
“Cuando llegué a la Ciudad de México para integrarme a la congregación fundada por la madre Inés María Gasca Solórzano, ahí me indicaron que dijera ‘sí’ a lo que me pedían, y ahí está el resultado: sigo aquí y soy feliz”.
“Entonces -continuó explicando la religiosa- desde que llegué aquí (la Ciudad de México) mi motivo era ese. Yo tenía la ilusión de ser monjita. Quería ser monjita. Yo en la casa a veces me vestía de monjita y yo me veía bonita, y decía ‘voy a ser monjita’”.
La religiosa, quien ya tiene 58 años dentro de la Congregación, es una de las seis Hijas de la Caridad de María Inmaculada asignadas al Hospitalito y Asilo Nuestra Señora de Guadalupe, que recién cumplió 140 años de su fundación.
Durante el tiempo que lleva en la congregación ha estado en varios estados de la República Mexicana en donde tienen casas: Guanajuato, el Estado de México, Jalisco, Michoacán, Veracruz y San Luis Potosí, además de estar cinco años en Cuba.
La religiosa aseguró que, por más complicadas que sean las cosas o se presenten problemas un tanto difíciles en el Hospitalito, ellas tienen una forma muy fácil de resolverlos, y es por la gracia de estar con Dios Nuestro Señor.
“Es la gracia de Dios, es estar con Él, confiar en Él, abandonarte en sus manos y ahí estamos, sirviendo a todos, y el servicio para nosotros es lo máximo, porque Inés María, nuestra fundadora, es lo que nos dijo, lo que nos dio, lo que nos legó: el servicio a los demás pero con amor, con respeto, con fidelidad, con constancia e incansable”, concluyó la hermana María.
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