Historias de Fe

Lo que en él inició su abuelita, Dios lo culminó a sus 70 años: ¡Es diácono!

Don Salvador Torres habría querido tener una foto de su abuelita, doña Luisa Mora, para llevarla y colocarla en el altar de la Iglesia el pasado 10 de agosto, en que fue ordenado Diácono Permanente por imposición de manos de monseñor Héctor Mario Pérez, Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de México, tras 6 años de formación diaconal.

Puedes leer: Ni siquiera iba a la Iglesia, ¡ahora es diácono! Esta es su historia

Y es que fue su abuelita -dice-, quien le inculcó la costumbre de ir a Misa. “Además, con ella aprendí una fe como la de antes: de sentir realmente consuelo y esperanza en Jesús, en la Virgen María y en los santos”.

Aunque don Salvador ya tampoco cuenta con sus padres, de ellos sí conserva fotografías, así que las llevó consigo ese día, orgulloso de haber tenido también unos padres sumamente devotos.

“Mis padres era personas abnegadas -platica-: con ellos supe lo que era quitarse el pan de la boca para dárselo a los hijos. Y aun con aquellas carencias, mi papá juntaba siempre unas monedas, y en la semana iba a ponerlas en la alcancía de san Martín de Porres. Ahora, cada que estoy frente a la imagen del santo, recuerdo la mirada devota de mi padre”.

Cristo, el centro de la familia

Cuenta don Salvador que contrajo Matrimonio con su esposa, doña Margarita, y casi de inmediato ella quedó embarazada. Tuvieron un bebé, al que llamaron Jesús Salvador; sin embargo, sólo vivió 26 días, dejando a su muerte una profunda tristeza en ellos, pero también la esperanza de tener “un angelito en el cielo”.

Don Salvador fue ordenado diácono permanente por imposición de manos de Monseñor Héctor Mario Pérez.

“Recuerdo que en aquella época mi suegra siempre nos insistía: “¡Vayan a Misa! ¡Vayan a Misa! ¡Vayan a Misa! Y gracias a la insistencia de ella, no fue tanto el tiempo que permanecimos alejados de la Iglesia”.

Años más tarde, vinieron sus dos hijas: Carmelita, actualmente de 43 años, y Diana, hoy de 37, y una vez consolidados como familia, comenzaron a asistir a la Parroquia del Espíritu Santo (Iztapalapa), entonces a cargo del padre Gualterio Hernández, en quien don Salvador encontró un ejemplo de vida.

“Desde el día en que por primera vez participamos de la Misa con el padre Gualterio Hernández, no volvimos a faltar a la Iglesia. Él nos invitó a mi esposa y a mí a ser ministros de la Eucaristía, y fue él quien me impulsó a formarme como diácono, a seguir a Jesús servidor”.

Aunque jamás volvieron a apartarse de la Iglesia -como lo señala don Salvador-, al fallecer el padre Gualterio, él se retiró de la formación diaconal. Sin embargo, tiempo después su esposa comenzó a impulsarlo a regresar.

“Hablé entonces con monseñor Salvador Martínez, quien me canalizó con el padre Sergio Román del Real, entonces encargado arquidiocesano del Diaconado, y él me aceptó nuevamente hace 6 años, en que reinicié mi formación como diácono”.

¡Diácono para siempre!

“Ahora, después de estos años de formación -refiere don Salvador-, finalmente he recibido la Ordenación Diaconal, lo que significa que seré diácono para siempre, hasta que el Señor me llame a cuentas”.

El 10 de agosto don Salvador Torres fue ordenado diácono permanente en la Parroquia Esperanza de María.

Señala que, en 49 años de Matrimonio, ha procurado hacer con su familia lo que Dios le ha pedido: “Me esforcé siempre por tratar darle lo mejor a mis hijas, y actualmente ellas ya pueden valerse por sí mismas con su trabajo. Ahora, como diácono, quiero cumplir con Él en una entrega total”.

“Mi esposa tuvo a bien entregarme a Dios, como ella misma me lo dijo; y esto no significa que vaya yo a apartarme de ella, sino asumir un compromiso mayor con Él. Quiero abrazarme a sus heridas, a sus pies, y buscar, con su ayuda, hacer lo que Él quiera que haga”.

Hoy don Salvador Torres ha iniciado una nueva etapa en su vida de fe, servir a la Iglesia como diácono, vocación que en realidad comenzó a gestarse desde que era pequeño, de la mano y con el cariño de su abuelita, doña Luisa Mora.

“No tuve un retrato de mi abuelita para llevar conmigo al altar -señala sin poder contener el llanto-, pero estuve hablando con ella. Sé que ella sabe que la recuerdo siempre, que llevo en mi mente su imagen arrodillada, con su rebozo hasta los pies, con su extraordinaria sencillez, su humildad y su gran corazón”.

Vladimir Alcántara Flores

Editor de la revista Desde la fe/ Es periodista católico/ Egresado de la carrera de Comunicación y Periodismo de la Facultad de Estudios Superiores Aragón.

Entradas recientes

Amar a los pobres para sanar el corazón del mundo

Amar a los pobres es confesar la fe en el Dios que se inclinó hasta…

10 horas hace

Rosario Arquidiocesano 2025: así se vivió en la Basílica de Guadalupe

La Morenita del Tepeyac recibió a sus hijos para rezar, ante su presencia, el Rosario…

10 horas hace

Qué podemos esperar de Dilexi Te, la primera exhortación apostólica de León XIV

La exhortación apostólica reciente nos traerá enseñanza milenaria, la voz del Papa en esas páginas…

20 horas hace

La migración y el cuidado de la Casa Común no son armas ideológicas

Mons. Francisco Javier Acero, obispo de la Arquidiócesis de México, llamó a un cambio de…

21 horas hace

¿Por qué el Papa León XIV bendijo un bloque de hielo?

“Señor de la vida, bendice esta agua: que despierte nuestros corazones, purifique nuestra indiferencia, calme…

1 día hace

¿Qué es una Encíclica y cuál es la diferencia entre una Carta Apostólica y una Exhortación Apostólica?

Los 3 son documentos emitidos por el Sumo Pontífice, pero tienen fines distintos. Aquí la…

1 día hace