Con 96 años de edad y 71 de ordenado, el padre Roberto Aguilar es el sacerdote más longevo de la Arquidiócesis Primada de México.
“No lo sabía”, reconoce esbozando una sonrisa. Pese a que han pasado más de 80 años desde su ingreso al Seminario, el presbítero recuerda claramente cómo fue su discernimiento vocacional.
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El primer llamado lo sintió en Guadalajara, ciudad donde vivió junto a su familia durante un breve período de su infancia.
“Estaba estudiando la primaria y un día llegaron unos seminaristas a platicar con nosotros sobre la vocación”, Esa charla cambió el panorama para el niño. La semilla estaba sembrada ,y pocos años después el llamado de Dios se hizo más fuerte.
Su familia se había establecido en la colonia San Pedro de los Pinos, de la Ciudad de México, muy cerca de la Parroquia de San Vicente Ferrer.
“Ya estaba en la secundaria y tenía un tío que era Canónigo de la Catedral. Nunca lo visitaba pero en esa ocasión lo hice, y estando platicando con él le pregunté ‘¿Cómo se hace uno sacerdote?’ Después de que me explicó, le pedí que me ayudara a ingresar al Seminario”.
“¿Qué tienes que hacer ahorita?, me preguntó. Yo le respondí que nada en ese momento y entonces me llevó al Seminario”.
Esa misma tarde, recuerda, ya estaba inscrito. “Me sorprendió que ese mismo día, cuando regresé a la casa con mis papás, ya era seminarista”, dice entre risas.
Durante la mayor parte de su etapa como sacerdote en activo fue profesor en el Seminario. Después, el Señor le tenía una grata sorpresa: el Arzobispo lo llamó a servir como Párroco de San Vicente Ferrer, la Iglesia de su colonia, que hasta ese momento era atendida por sacerdotes dominicos.
Después de 12 años en esa misma parroquia llegó la hora de su jubilación, ya había cumplido los 75 años y presentó su renuncia al Arzobispo, “pero él no me la aceptó. En cambio, me dio el nombramiento como párroco emérito”.
Pese a la edad, el padre Roberto se mantiene lúcido. Para él, perseverar en el sacerdocio no ha sido difícil: “Yo he disfrutado mucho, he sido muy feliz”.
El presbítero vive su retiro con la misma alegría con la que vivió su etapa como seminarista y vida activa como sacerdote.
“Tengo mucha gratitud con el Señor. Primero porque me creó y luego porque me hizo hijo suyo, y todavía tengo mucho más que agradecerle”, dice emocionado.
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