¿Quién en vida puede decir que han colocado un busto suyo en una avenida de su pueblo? ¿Quién en vida puede decir que es el hijo predilecto de su querida tierra? De estos y otros privilegios goza a sus 90 años monseñor Felipe Aguirre Franco, conocido en el pueblo de Encarnación de Díaz, Jalisco, como el “Hijo predilecto de La Chona”, como bien lo señala la hermana Marlene Roque García, hija de la fundación de Don Felipe Aguirre Franco: Discípulas de Jesús Buen Pastor.
Y es que el hoy Arzobispo Emérito de Acapulco -señala la madre Marlene- es una persona que cosecha el cariño de la gente por donde quiera que va y adonde quiera que vuelve. Especialmente en Guadalajara, la Barca, Jalisco, donde los parroquianos y los jóvenes de aquellos tiempos lo recuerdan como pilar de su formación. Aunque también tiene fama de ser un gran aficionado del futbol y un “chiva” de corazón desde toda la vida.
Ya han quedado muy atrás los años mozos de monseñor Felipe; sin embargo, conserva lo que le es posible conservar, de manera especial la actitud de servicio, pues a sus 90 años, aunque ya no se tienen aquellas fuerzas para volar a las grandes alturas, como él mismo lo expresa, conserva sus sueños e ilusiones de servir a los demás, “lo cual es otra manera de volar”. Y es que monseñor Felipe Aguirre, a sus 90 años, no desea pasarla bien, sino pasar haciendo el bien.
La hermana Marlene agradece a Dios que también haya sido llamado a servir en la Arquidiócesis de Acapulco como arzobispo, y que, una vez que el Santo Padre aceptó su renuncia como arzobispo titular de dicha Iglesia arquidiocesana, haya regresado a Tuxtla Gutiérrez, y continué desde ahí, con una presencia muy discreta, su labor de pastor, como Padre fundador en el Convento de las Discípulas de Jesús Buen Pastor.
Además de las abundantes vocaciones sacerdotales, de ‘La Chona’ ha salido un verdadero obispo -como dice la madre Marlene-, un hombre de una pieza, sincero, conciliador, acogedor, entusiasta, alegre, incansable, arquitecto empírico, con un gusto exquisito por lo sacro litúrgico, futbolista de corazón; pero, sobre todo, un hombre que le gusta cantar a Dios y dirigir coros. “Monseñor Felipe Aguirre evangeliza cantando”.
A sus 90 años, monseñor Felipe Aguirre Franco aún marca magistralmente los compases de la música con su fina batuta. Y con esa gran habilidad que Dios le ha dado, el pasado 22 de abril, para celebrar su cumpleaños 90 y su 50 aniversario episcopal (25 de abril), dirigió una orquesta que interpretó “Stabat Mater Dolorosa”, composición de Giovanni Battista Pergolesi.
Mons. Felipe Aguirre se ha caracterizado por su gran conocimiento en el arte musical. Obtuvo un diplomado en Canto Gregoriano por la Escuela Superior de Música Sacra de Guadalajara. Ha impartido clases de música y fue director de coros en el Seminario de Guadalajara. Publicó, en cuatro discos, los primeros cantos litúrgicos en español, después del Concilio Vaticano II.
Además, ha dirigido la Orquesta Sinfónica de Chiapas y la Filarmónica de Acapulco; y publicó su autobiografía musical con su libro titulado “Dígalo Cantando”.
Sin embargo -dice la hermana Marlene en tono de broma-, algo malo tenía que tener: “y es que él sufre mucho, sufre con algunas de nosotras, sus hijas, porque para nada que se nos da el canto; pero aun así, así nos ama mucho a las Discípulas de Jesús Buen Pastor, porque él es una persona increíble”.
La madre Marlene Roque asegura que estar con monseñor Felipe es no estar triste. “Con él son horas y horas de alegría. No le he visto enojado en mis 29 años de religiosa, creo que sabe controlar muy bien sus emociones. Él nos ama y nosotras lo amamos. Estar a su lado es un regalo de Dios”.
La religiosa recuerda con mucho agrado cierto día, allá por el año 1998, en que monseñor Felipe Aguirre declaró públicamente que el día en que ordenara a diez sacerdotes de la Diócesis de Tuxtla, él haría una raya en el agua. Nadie supo a qué se refería. Ciertamente no lo explicó. Pero era algo así como aventar el báculo al agua y trazar una raya. Y justo un 8 de diciembre ocurrió: ordenó a diez sacerdotes.
Platica la hermana Marlene que llegó el día de la Epifanía y una gran cantidad de personas se dieron cita en el Convento de las Discípulas de Jesús Buen Pastor, incluida la prensa local. Ahí había una alberca. “Eran los primeros días de enero, y monseñor vestía un ornamento azul mariano. Fue entonces que alguien le recordó que él había prometido que cuando ordenara a diez sacerdotes de Tuxtla Gutiérrez se echaría un clavado al agua.
Monseñor expresó que él no había dicho eso -platica la religiosa-. “Pero la gente comenzó a hacer presión cariñosa, porque todos amaban a su pastor, así que monseñor aventó el báculo a la alberca para hacer la raya en el agua, se quitó los zapatos y con todo y ornamento se tiró un clavado frente a todos los presentes”.
La hermana Marlene asegura que son incontables las experiencias que podrían platicarse acerca de monseñor Felipe Aguirre, y para muestra, otro botón: ¿quién podría contar que, junto a dos de sus hermanos, también sacerdotes, concelebró la Misa en que sus padres celebraron sus Bodas de Oro.
Mons. Felipe Aguirre Franco siempre ha manifestado un amor profundo y fiel a la Iglesia y al Papa. Pastor de gran visión en la Comisión Episcopal de Pastoral Indígena del Consejo Episcopal Latinoamericano y del Caribe (CELAM), una presencia discreta pero efectiva y constante con sus hermanos en la CEM.
La Diócesis de Tuxtla Gutiérrez está marcada por la huella que ha dejado a su paso cada Obispo. A Monseñor Felipe Aguirre Franco podemos recordarlo por su entrega pastoral, la estructura con los planes de pastoral, su impulso a las pastorales, a los movimientos laicales, y el cuidado sagrado a “la niña de sus ojos”: el Seminario Diocesano. Además, su impulso por favorecer la presencia de la vida consagrada en la Diócesis. Son de notable importancia su aporte en la sociedad chiapaneca y en los problemas que la aquejan; así como su amor por las etnias zoque y tzotzil, especialmente las de la diócesis tuxtleca,
La hermana Marlene concluye diciendo que ha convivido con un hombre virtuoso de 90 años que parece que tuviera la inocencia de un niño que no pierde la capacidad de asombro y de gratitud cada día; el ímpetu de un joven alegre que no para de soñar y de creer en la bondad que tiene el ser humano y de luchar por un mundo mejor; la tenacidad de un adulto que construye, que no se cansa de crear y crear con una visión prismática que favorezca a todos. Y a sus 90 años, la figura del pastor incansable, que sigue dando vida con su vida. “Arquidiócesis de Tuxtla es Felipe Aguirre Franco y Felipe Aguirre Franco es Arquidiócesis de Tuxtla”.
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