Crédito: Christina Aguayo News
Con sus rosarios en mano y las manos entrelazadas: así fueron encontradas Blair y Brooke Harber, dos hermanas católicas de 13 y 11 años, tras ser arrastradas por las inundaciones en Texas. Su muerte no solo ha conmovido a su comunidad escolar y parroquial en Dallas, sino que también ha dejado un testimonio profundo de fe, amor y esperanza cristiana.
La tragedia ocurrió la madrugada del 4 de julio, cuando las lluvias torrenciales provocaron que el río Guadalupe creciera más de seis metros en menos de una hora. La fuerza del agua arrancó la cabaña donde Blair y Brooke dormían con sus abuelos, Charlene y Mike Harber, quienes aún están desaparecidos. Las niñas fueron encontradas 24 kilómetros río abajo, en Kerrville.
Los padres de las niñas, RJ y Annie Harber, se encontraban alojados unas cabañas más lejos. Se despertaron alrededor de las 3:30 a.m. al escuchar la tormenta y, tras romper una ventana para escapar, RJ intentó llegar en kayak a donde estaban sus hijas, pero fue imposible.
En ese mismo momento, Brooke envió un mensaje de texto a su padre y a sus abuelos maternos: “Los amo”. Fue uno de los últimos rastros de vida antes de que la cabaña fuera arrastrada por la corriente. La familia compartió que semanas antes, Blair había tenido una conversación sobre Dios y el cielo con su tía. Ambas hermanas llevaban sus rosarios con ellas durante la tragedia.
La escuela católica St. Rita, donde ambas estudiaban, las recordó como “jóvenes de profunda fe”. “Incluso en sus últimos momentos, se aferraron fuertemente la una a la otra, un poderoso símbolo de su vínculo duradero y su confianza en Dios”, dijo en un comunicado.
El colegio describe a Blair como “una estudiante sobresaliente, con el corazón más bondadoso”, inscrita en clases avanzadas y muy activa en deportes, oratoria, teatro y liderazgo estudiantil. Brooke, la menor, era, de acuerdo con la escuela, “una luz dondequiera que iba”, con un don especial para la improvisación, y también entregada al deporte y las artes.
“En este tiempo de profundo dolor, nos mantenemos firmes en nuestra fe y unidos en el amor”, dijo la escuela. “Como comunidad de fe, nos aferramos a la esperanza y la promesa de que Cristo ha vencido a la muerte, y que la vida eterna espera a quienes lo aman”.
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