Desde que tuvo uso de razón, Crystal siempre ha cantado. Lo hacía de muy pequeña en su casa de Acapulco y, más tarde, en el coro de la Iglesia.
En su vida, Gaudelia Díaz Romero -su nombre real- ha conocido el éxito, como cantante y actriz de telenovelas, pero también como corredora de alto rendimiento, lo que la llevó incluso a ganar una medalla de bronce en los Juegos Paralímpicos de Barcelona 1992.
Aunque en su historia ha tenido capítulos sumamente complicados -una infancia dura en un internado, abuso físico y psicológico-, nunca ha perdido su fe y confianza en Dios.
“Como todo ser humano, he tenido experiencias buenas y experiencias fuertes en mi vida, como todos”, asegura en entrevista con Desde la fe.
Para ella, su ceguera es una misión de Dios, algo que comprendió desde que era muy pequeña.
“Mi hermano mayor es ciego, igual que yo, así que cuando yo nací fue quizá la calamidad familiar. Me acuerdo que mi mamá un día le preguntó al doctor: ‘¿por qué yo tuve que tener dos hijos ciegos? Muchas veces tenemos que aprender a no ser soberbios y no preguntar ‘¿por qué a mí?’”.
“No, o sea, ¿tú quién eres para no tener esa experiencia o para no tener esa misión? (…) Yo he tomado la ceguera como una misión. Para mí, la ceguera no es una enfermedad, no es una desgracia”.
“Cuando amanezca el día un poco gris en nuestra mente, hay que dejar que pase ese día, porque además, ese día gris nos deja también aprendizajes. Esa es mi experiencia de vida con respecto a Dios y mi ceguera. Yo creo que Dios me dijo: ‘a ver, tú vas a ser ciega, pero a cambio también tienes que cumplir la misión de compartir las buenas y las no tan buenas que has vivido gracias a la ceguera, y así lo ha hecho”.
Cuando tenía cinco años, Crystal fue enviada a la Ciudad de México para estudiar en una escuela de ciegos atendida por religiosas en el Centro Histórico, una experiencia que no le trae muy buenos recuerdos por la férrea disciplina a la que eran sometidos los pequeños desde muy temprana edad.
Pero de aquellos años, rescata las Misas de los domingos, pues las niñas del internado pasaban toda la mañana cantando en el coro de la Iglesia.
Desde entonces, Dios ha sido parte fundamental de su vida. Todos los días eleva una oración y siempre acude a Él antes de tomar cualquier decisión.
“Dios es mi amigo y hablo muy padre con Él. Yo le digo: ‘¿Cómo ves?, es que estoy enojada por esto o mira, me pasó aquello, mándame una señal’. Y Él siempre me ha mandado la señal que necesito, siempre recibo respuesta”.
“Como todo ser humano, hay días en los que digo ‘si yo viera, a lo mejor haría tal o cual cosa’, pero son pocos los días, de verdad que bien contados. Es una misión que Dios me dio y así como hay cosas que se me han complicado, también Dios a través de la ceguera, me ha abierto muchas puertas”.
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