Abby Johnson fue una de las directoras más jóvenes de Planned Parenthood, la mayor cadena de clínicas abortistas en Estados Unidos, pero su vida cambió cuando presenció algo que la orilló a convertirse en activista provida.
Fue el 26 de septiembre de 2009 cuando un médico le pidió a Abby asistir un aborto vigilado por ultrasonido. El procedimiento fue practicado a una mujer con 13 semanas de embarazo.
“Observé la pantalla mientras el bebé luchaba por su vida y trataba de alejarse de los instrumentos que usaba el médico. Entonces supe que no podía seguir pretendiendo que esa no era una vida humana”, dice a Desde la fe.
Johnson defendía su trabajo porque buscaba ayudar a las mujeres, pero después de ese día, le fue imposible ver por separado a las madres y a los hijos.
Abby renunció y se unió a Coalición por la vida, hoy llamada 40 días por la vida. “Decidí usar mi testimonio para ayudar a todas esas personas que han sido heridas por el aborto y hacer algo para detener esta práctica de una vez por todas”.
Para Abby, ser provida significa estar a favor del amor; es decir, abogar por todos los seres humanos sin importar sexo, edad, raza, religión u ocupación. Ella asegura que todas las vidas tienen el mismo valor: desde el niño en el vientre, hasta el anciano y el discapacitado. “Ser provida es abogar por los vulnerables. El aborto es quitar una vida inocente y es una enorme injusticia”, dice.
Para lograr esto, Abby considera importante no juzgar a las mujeres que desean abortar, sino apoyarlas y hacerles saber que el aborto no es la única opción y que la maternidad es empoderadora. “La sociedad nos ha repetido que debes elegir entre ser mamá o alcanzar tus metas. Yo no creo que eso sea cierto”, asegura la activista, quien es mamá de ocho hijos.
De acuerdo con Abby Johnson, para que las mujeres estén verdaderamente empoderadas, se debe rechazar la idea de que necesitan escoger entre la maternidad y el éxito profesional, pero siempre llevar por delante su vocación de madre y esposa.
“Yo nunca me he sentido incompleta como madre y esposa, y creo que si más mujeres aceptáramos ese rol, esta idea de que debes elegir uno o el otro, se eliminaría”, asegura.
Tres años después de dejar su trabajo en Planned Parenthood, Abby se convirtió al catolicismo. “Me enamoré de la Iglesia. Estar en ella y recibir los sacramentos fue una experiencia que me sanó”, recuerda.
En la Iglesia católica, Abby encontró la verdad y el perdón. Pero la experiencia más difícil fue perdonarse a sí misma, pues se llegó a cuestionar si Dios sería capaz de perdonarla cuando participó en más de 22,000 abortos.
“No puedes cambiar tu pasado, y Dios quiere que vivamos en el presente. Su deseo es que podamos usar nuestro pasado para transmitir su mensaje de esperanza, redención y perdón”, asegura.
El testimonio de Abby Johnson ha abierto el debate sobre las políticas proaborto en Estados Unidos, y su historia ha llegado a miles de personas a través de los dos libros que ha escrito y la película Inesperado (Unplanned), basada en su testimonio y que se estrenó en 2019. Pero, para ella, lo más importante es inspirar a su familia y dedicar su vocación a Dios.
“Quiero ser recordada como alguien que siguió el llamado de Dios. Quiero usar mi testimonio para alabar a Dios y quiero que mis hijos sepan que su mamá se dedicó a luchar por los derechos de quienes no tienen voz”.
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