Vladimir Alcántara
Este 25 de marzo, en que la Iglesia celebra el Domingo de Ramos para conmemorar la entrada triunfante de Jesús a Jerusalén, cientos de fieles reunidos en la Catedral Metropolitana recibieron con agitación de palmas la procesión encabezada por el Arzobispo Primado de México, Card. Carlos Aguiar Retes, quien presidió la Santa Misa de este día, con que formalmente da inicio la Semana Santa hacia la gran fiesta de la Pascua.
En su homilía, el Card. Aguiar Retes explicó que el Domingo de Ramos es la bisagra entre el fin de la Cuaresma y el inicio de la Semana Mayor, en que se conmemora el Misterio Pascual, fundamento de nuestra fe. En este sentido, propuso a la comunidad releer durante Semana Santa, en casa o con un grupo de personas, el relato de la Pasión, según san Marcos, utilizando dos claves de lectura: relacionar el Misterio de la Encarnación con el de la Redención, y meditar el ejemplo de Jesús para asumirlo en nuestra propia vida.
Para explicar la primera clave de lectura, el Arzobispo de México dijo que la Segunda Lectura de este día, la del apóstol san Pablo a los Filipenses, nos recuerda el misterio de la Encarnación, y la razón de que Cristo, siendo Dios, no se haya aferrado a las prerrogativas de su condición divina, sino que tomó la condición de siervo y aceptó la muerte en cruz.
Señaló que Jesús no lo hizo simplemente por la aventura de venir a conocer cómo anda el mundo, ni para experimentar lo que vivimos todos los seres humanos, sino para redimirnos, y para que en Él tengamos siempre la luz que oriente las distintas circunstancias por las que atravesamos; “no hay ninguna situación humana que no encuentre en la vida de Jesús, y en especial en su Pasión, Muerte y Resurrección, una luz para superar sus dramas, sus tragedias; y también para alentar sus logros y sus éxitos, y descubrir la mano de Dios, y la presencia del Espíritu que nos acompaña”.
En cuanto a la segunda clave de lectura, el Card. Aguiar Retes dijo que tiene que esta ver con la Lectura del Profeta Isaías, donde señala: “El Señor me ha dado una lengua experta para que pueda confortar al abatido con palabras de aliento”, lo cual nos indica hacia dónde nos quiere llevar Dios. “Nos dice: ‘mañana tras mañana, el Señor despierta mi oído para que escuche yo como discípulo’; es decir, nos pide ser sus discípulos, escucharlo, seguirlo; pero no simplemente para satisfacer las dudas o las incertidumbres por las que uno atraviesa, sino para dar palabras de aliento a los demás, para acompañarnos unos a otros, porque en ese acompañamiento descubriremos las respuestas a nuestras propias situaciones”.
En este sentido, dijo que uno de los grandes problemas de nuestro tiempo es el individualismo, el creer que uno es tan libre que puede vivir con total independencia del pensamiento y de las acciones de los demás. “Somos un pueblo, y lo que yo decida hacer tiene consecuencias en los otros con quienes convivo. Y viceversa: lo que yo haga en el camino de Jesús, será una gran influencia para redimir, rescatar al abatido, al desconsolado, al deprimido, al que pasa un drama, al que tiene una tragedia”.
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