Después de atravesar los cielos azules del país por 25 años, el Capitán Primero retirado de la Brigada de Fusileros Paracaidistas de la Fuerza Aérea Mexicana, José Ángel Flores Tarello cayó en lo más profundo de un pozo oscuro, en el que permaneció por cerca de 17 mil 520 horas y del cual solo pudo salir gracias a una “escalerita que Dios” le proporcionó.
Así, solo dos años fueron suficientes para que la vida de don Pepe se viniera abajo y pasara de llevar una existencia plena y feliz a una llena de desgracias, dolor y depresión que lo arrojaron a las garras del alcoholismo y a vivir en la calle sin aspirar a nada más que seguir lamentando la pérdida de su amada esposa y compañera por 25 años.
Postrado en su silla de ruedas, debido a que hace unos meses le fue amputada su pierna izquierda a consecuencia de una complicación diabética, José Ángel recuerda con los ojos anegados de lágrimas el momento exacto en el que todo su mundo se derrumbó e inició una debacle de la que parecía que no podría salir, pero que gracias al proyecto Casa Lázaro lo logró.
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En 2021, momento en el que se vivían los efectos más fuertes de la pandemia de Covid 19 en el país, Pepe –como le gusta que le llamen- se encontraba trabajando en un restaurante de la Ciudad de México cuando sus hijas le informaron que su esposa se había contagiado de coronavirus y se encontraba muy delicada.
Sin más, el ex militar informó a sus jefes de la situación y solicito permiso para ir a ver a su esposa. La respuesta fue un rotundo no y le advirtieron que de irse quedaría despedido. Sin importarle la amenaza, decidió ir a su hogar en Michoacán y luego de constatar el estado en que se encontraba la madre de sus tres hijas, decide trasladarla a la capital del país e ingresarla al Hospital General para que la atendieran.
“La internaron y ahí estuve cuestión de 15 días recibiendo información en la calle, hasta que falleció. No duró mucho, 15 días. Falleció mi esposa y fue muy, muy triste para mí, después de 29 años de estar con ella. Fallece y no me entregan el cuerpo, no pude organizar ni un funeral. Fue muy triste, se me bajó la autoestima, me dio depresión y ahí me quedé, perdí la noción del tiempo”, rememoró.
Inexorable, el tiempo corría mientras Pepe se sumergía, primero, en la tristeza y, luego, en el trago de alcohol que las personas en situación de calle que vivían cerca del hospital le ofrecían, que finalmente lo llevaron a abandonarse y a vivir por cerca de dos años en la calle.
“La gente que me vio llorando ahí fue por lo regular gente en situación de calle que viven ahí y entonces pues no me quedó de otra más que acurrucarme a un lado de ellos y pues empecé a conocerlos. Me veían sollozando, llorando y me ofrecían trago y en una de esas lo agarré y creo que fue como maldición para mí, para mi vergüenza. Empecé a tomar luego de que no me dieron las cenizas de mi esposa y que me quedo ahí dos años”, dijo.
Vivir en la calle, aseguró José Ángel, “es lo peor que puede vivir una persona”, sobre todo por las noches, porque es cuando se presenta “el peor terror que uno puede experimentar”, ya que cuando oscurece no existe ningún tipo de protección para quienes no tienen un hogar. Esta zozobra la vivió Pepe durante cerca de 24 meses, tiempo en el que enfrentó además la muerte, las agresiones, los golpes, las vejaciones y los maltratos.
Así, viviendo el día a día en la calle, comiendo de la basura, totalmente sucio, andrajoso y sin ningún estímulo que lo impulsara a salir de ese hoyo en el que había caído, un día alguien lo invitó a ir al comedor comunitario que Casa Lázaro instala todos los sábados y en ese momento, sin saberlo, Dios le puso “la escalerita” que le ayudaría a emerger de la oscuridad.
Instalado en el comedor del departamento en el que actualmente vive y que comparte con un profesionista, Pepe recordó que luego de varias visitas al comedor un día llegó por su cuenta y encontró la puerta de la cocina abierta y vio al compañero Lázaro, “que me recibió muy bien, me ofreció un café, un pan dulce y me dijo ‘me quieres ayudar a barrer’, le dije que sí y ahí empezó mi historia en Casa Lázaro”.
La ayuda de Dios había llegado y Pepe no la dejaría pasar. Primero apoyó barriendo la calle de la fundación y de la Parroquia del Santo Cristo de la Agonía durante dos meses; después le permitieron bañarse y “luego ya me daban ropa, zapatos, comida y me dieron la oportunidad de apoyar en la cocina lavando trases”, hasta que un día llegó la propuesta formal de poder integrarse al proyecto de la Fundación Casa Lázaro.
“Casa Lázaro ha sido para mí una escalerita que me puso Dios enfrente y que tome la decisión de agarrarla, usarla, darle uso a es escalerita y empezar a tratar de salir del hoyo en donde me sentía, porque sí me veía yo así, completamente en un hoyo donde no podía salir y aún con mi disciplina me era imposible”, aseveró.
“Yo podría decir”, subrayó, “que es el inicio de volver a creer en Dios, en que definitivamente Dios está ahí, que aunque no lo puedo ver sé que sí está enterado de las necesidades de sus hijos y sí, él está ahí, pero sí es necesario hacer ese 10 por ciento que le toca uno, en tratar de salir, en mi caso, y el otro 90 por ciento dejárselo a Dios, yo sé que Él hace su labor”.
Antoine Pingeot, coordinador general de la Fundación Casa Lázaro en México, explicó a Desde la fe que por medio de este proyecto se busca apoyar a personas en situación de calle o personas en situación muy vulnerable.
“Tenemos casas con departamentos compartidos entre esas personas que estuvieron en situación de calle y jóvenes profesionistas que son en general jóvenes que tienen entre 23 y 35 años y que vienen a compartir su vida con esas personas que estaban en situación de calle por uno o dos años en promedio”, con el objetivo de romper las barreras sociales entre pobres y ricos, comentó.
El también integrante de la “Familiar Responsable”, junto con su esposa Armelle Pelan, subrayó que “nuestra misión es realmente de apoyar a esas personas que estuvieron en situación de calle con su reinserción a través de esa amistad que se crea en los departamentos y también a través de un apoyo integral” que incluye atención psicológica, medica, laboral y seguimiento de adicciones.
La Fundación Casa Lázaro, es un proyecto fundado en 2010 en Francia y que actualmente tiene presencia en Bélgica, Suiza, Reino Unido, España y México. En el caso de Europa cuentan con 14 casas abiertas en donde viven más de 250 personas, tres casas más están en proceso de apertura en Reino Unido, España y Francia, además de que se estudia la posibilidad de abrir 11 más en territorio español y francés.
En lo que se refiere a México, el proyecto se creó en 2019 y la primera casa se fundó en 2020 en la calle de Sándalo 111, en la colonia Santa María Insurgentes, Alcaldía Cuauhtémoc, y en ella se cuenta con dos departamentos en los que viven 14 hombres, 7 que estuvieron en situación de calle y siete jóvenes profesionistas, cada uno tiene una habitación individual y comparten la cocina, el salón y el cuarto de baño.
A partir de este concepto, Fundación Casa Lázaro quiere romper las barreras sociales y lucha contra la exclusión social al reunir a personas sin hogar y a jóvenes profesionales para que compartan un hogar y vivan en comunidad.
“En nuestras casas queremos vivir relaciones de modo sincero y cercano. Nuestros hogares son lugares abiertos a los demás donde nos gusta estar alegres, compartir desde la fraternidad, el servicio y ayuda mutua, aunque no es siempre fácil. Sin embargo, sabemos que cada persona puede avanzar y encontrar su lugar en la sociedad, redescubriendo sus capacidades y el valor de cada uno”, señala la Fundación en su sitio Web.
Pero Fundación Casa Lázaro en México es más que un hogar, ya que ofrece apoyos como el comedor comunitario que se instala cada sábado en la cancha de basquetbol ubicada enfrente a la que asisten en promedio 150 personas que están en situación de calle, además de que se ofrecen talleres, ropa y medicamentos.
“Además muchos voluntarios que vienen a apoyar, no solamente a servir la comida, sino a sentarse con la gente, a generar y crear ese vínculo social que esas personas perdieron viviendo en la calle, que es más importante. No es algo material, pero te aseguro que es más importante”, recalcó.
El proceso para que una persona en situación de calle pueda ser elegible para ingresar a Casa Lázaro, explicó Antoine Pingeot, consiste en tres etapas y un trámite.
“Lázaro es un proyecto de sociedad porque mezclamos personas que vienen de mundos diferentes y tratamos de despertar las conciencias también de la gente. Tenemos sí a esos jóvenes profesionistas que viven aquí, que sirven de ejemplo, con su trabajo diario, que se despiertan temprano, se van al trabajo, tienen una estructura de vida que da un ejemplo natural a esas personas que perdieron todas esas normas”, aseveró.
Antoine, quien junto con Armelle llegó a México en 2022 procedentes de Francia, explicó que aquellos jóvenes profesionistas que se quieran sumar al proyecto Casa Lázaro por uno o dos años deben contar con las siguientes características:
“También tenemos algunas reglas que hay que respetar en la casa: hay una cena de departamento, una cena fraternal, cada semana en la que todos juntos comen y platican; hay una junta general para hablar de los temas del departamento; hay un fin de semana cada seis meses con todos los residentes; y que deben estar presentes siempre, porque la misión número uno, más que convivir, es crear amistad con esas personas que perdieron sus amistades, sus familias, etcétera”, dijo.
“El corazón de Lázaro”, subrayó, “es que a través de esa amistad se pueda hacer esa reconstrucción de manera durable a largo tiempo, a través de esa amistad. Si el perfil parece bien, vienen a cenar aquí con los residentes, después de la cena hacemos una entrevista un poco más detallada y si el perfil nos parece bien ya puede ingresar a la próxima semana”.
“Hay dos Lázaros en la Biblia. Está el amigo de Jesús, que fue resucitado por Él y por eso aquí nos gusta decir que apoyamos a estas personas que estuvieron en situación de calle a reinsertarse y a ‘resucitar’ de alguna manera, a tener una segunda vida, digamos.
“Y el otro Lázaro en la Biblia también tiene mucho sentido con nuestro proyecto. Es el pobre que vive en la calle, cerca de la casa de un rico. Es la historia de un encuentro que nunca se logra entre el rico y ese pobre Lázaro. Nunca se hablan y el rico va al infierno y Lázaro va al paraíso. Esa es una de nuestras misiones principales romper esas barreras sociales entre pobres y ricos”, explicó Antoine.
Salomón Tapia Hernández, de 30 años y originario de Toluca, Estado de México, tiene una agencia de marketing digital, cuenta con una maestría en Administración Estratégica y estudia Administración de Empresas, y es uno de los siete jóvenes profesionistas que forma parte del proyecto Casa Lázaro y que comparte su hogar con siete personas que estuvieron en situación de calle.
En entrevista con Desde la fe indicó que este año ha sido muy retador para él ya que estaba buscando un espacio en el que pudiera servir a Dios, que fuera una experiencia muy diferente y fue así como por medio de las redes sociales encontró el proyecto de la Fundación Casa Lázaro y luego de investigar más sobre su labor y los objetivos que persigue decidió integrarse de inmediato al programa.
“Yo en Fundación Lázaro Encuentro, como decía la Madre Teresa de Calcuta, un llamado dentro del llamado. Yo he estado en servicio en parroquia, me fui de misiones durante un año con los Misioneros Servidores de la Palabra, pero aquí en Lázaro, yo encuentro un sentido de vida, algo muy retador. He encontrado un sentido de vida que me hace muy feliz”, indicó.
Al preguntarle sobre qué representa el vivir bajo el mismo techo con una personan que vivió en situación de calle, aseveró que ha sido una experiencia que ha representado un gran reto, sobre todo si se le ve desde la parte humana y de lo que representó para esas personas el terminar viviendo en las calles por diversas razones.
“Para mí ha sido muy enriquecedor. Yo tenía bastante miedo porque pensaba que una persona de la calle puede ser muy violenta, te va a robar o de cierta forma porque los veía por ejemplo aquí en la ciudad con una higiene muy mala o que la mayoría son adictos. Entonces aquí vine a ver otra realidad muy diferente, que ellos son humanos y creo que la convivencia va bien”, reconoció el joven profesionista.
¿Cómo los apoyas a ellos, más allá de la convivencia que implica vivir en la misma casa?
“Ellos han experimentado una soledad, por lo que lo primero que les ofrezco es ser amigos. Actualmente con dos de ellos me llevo muy bien, podemos ir a tomarnos un cafecito, salir al cine o algún lugar para poder formar esos vínculos de amistad y así hablarles de Dios, pero desde una amistad, ya que en la mayoría de ellos hay un tema con Dios, sienten que de cierta forma Dios los abandonó. Entonces por ahí, a través de la amistad, podemos sembrar nuevamente la fe”.
¿Cómo les haces ver que Dios le está dando una nueva oportunidad y que está con ellos?
“Siempre con el testimonio. A mí me preguntan por qué estoy muy feliz y les digo que cuando uno conoce a Dios no lo puede callar, el corazón se desborda, a pesar de que haya momentos difíciles en los cuales uno no tenga la sonrisa en la cara. El conocer a Dios siempre es muy motivante. Cuando me pregunta ‘cómo lo conociste’, les digo que asisto a misa cada ocho días y trato de vivir celebraciones dentro de la iglesia.
“El vivir una experiencia Lázaro va a cambiar mucho en nuestro punto de vista social y sobre todo de seres humanos. El poder conocer una persona vulnerable en una situación de calle me ha permitido conocer a un Jesús de otra forma. Ya conocí a Jesús que está encarcelado, pero conocer a Jesús que se quedó en la calle es una experiencia muy bonita espiritualmente”.
Si te interesa participar en el proyecto Casa Lázaro, visita el sitio Web y las redes sociales de la Fundación para conocer más sobre él y encontrar la forma en cómo puedes apoyar esta iniciativa.
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