Formamos parte de un mundo globalizado en el que las tentaciones son el “pan de cada día”. Por eso, te presentamos una serie de consejos que nos permitirán crecer en el espíritu.
Recordemos que Dios es amoroso, misericordioso y bondadoso. Él quiere que todos los hombres nos salvemos y esto nos da la confianza para emprender un crecimiento espiritual. Pongamos nuestro caminar en las manos de Nuestro Señor Jesucristo y de Santa María de Guadalupe.
Ejercitemos nuestra voluntad mediante pequeños sacrificios y mortificaciones, con una vida austera alejada de los lujos; evitemos la autocomplacencia y las cosas innecesarias, y rechacemos la soberbia, avaricia, lujuria, ira, envida, gula y pereza. Hagamos un gran esfuerzo por ser responsables, puntuales y formales. Todo esto fortalecerá nuestro espíritu para vencer las tentaciones que encontremos en el camino.
Las tentaciones aparecen de un momento a otro; no avisan y cuando menos nos damos cuenta, hemos caído en ellas o estamos a punto de cometer un pecado. De ahí la importancia de permanecer alertas para no dejarnos llevar por aquello que nos provoca, nos seduce y nos nubla la vista y la razón para apartarnos del camino del bien.
Cuando aparece una tentación, lo primero que debemos hacer es recordar que si Dios permite que seamos tentados por Satanás, es para que crezcamos en espíritu. El Señor jamás nos dejará solos; al contrario, nos dará las fuerzas y las armas necesarias para vencer cualquier tipo de tentación. San Pablo, en la Primera Carta a los Corintios, nos recuerda: “Dios jamás permitirá que seamos tentados por encima de nuestras fuerzas”.
Cuando algo nos provoque o nos seduzca fuertemente, hagamos una pausa en nuestras actividades para preguntarnos seriamente si la acción que estamos a punto de realizar nos aleja o nos acerca a Dios. Si es algo que nos va a apartar del Señor, es el momento de pedirle al Espíritu Santo que no nos permita caer en tentación y nos dé la fuerza y las armas para vencerla. Si permanecemos en Dios, Él permanece en nosotros, y entonces habremos superado las insidias de Satanás.
Si por desgracia caímos en la tentación, no debemos desanimarnos ni “tirar la toalla”, pues se trata precisamente de otra tentación de Satanás, quien ahora nos “tienta” para que abandonemos el camino del bien y perdamos el rumbo de nuestra vida. Cuando esto ocurra, es el momento de estrechar nuestra relación con Dios, pidiéndole perdón y fortaleciendo nuestro espíritu con penitencia, oración y caridad. Recordando que hay más fiesta en el cielo por un pecador que se arrepiente que por 99 justos que no lo necesitan. Entonces la paz inundará nuestro corazón cuando nos percatemos que nuevamente caminamos por la senda del Señor, quien no quiere la muerte del pecador, sino que se arrepienta de corazón y vuelva a la vida de la gracia, del perdón y del amor.
En todos los casos debemos agradecer a Dios por habernos ayudado a vencer la tentación. Esto nos hará más fuertes y nos permitirá estar mejor preparados para enfrentar la siguiente de las muchas tentaciones que Satanás pondrá en nuestro camino, con la única finalidad de apartarnos de nuestro Padre del Cielo.
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