Evangelio 22 de junio 2025
Esto dice el Señor: “Derramaré sobre la descendencia de David y sobre los habitantes de Jerusalén, un espíritu de piedad y de compasión y ellos volverán sus ojos hacia mí, a quien traspasaron con la lanza. Harán duelo, como se hace duelo por el hijo único y llorarán por él amargamente, como se llora por la muerte del primogénito.
En ese día será grande el llanto en Jerusalén, como el llanto en la aldea de Hadad-Rimón, en el valle de Meguido”.
En aquel día brotará una fuente para la casa de David y los habitantes de Jerusalén, que los purificará de sus pecados e inmundicias.
Palabra de Dios.
/R/ Señor, mi alma tiene sed de ti.
Señor, tú eres mi Dios, a ti te busco;
de ti sedienta está mi alma.
Señor, todo mi ser te añora
como el suelo reseco añora el agua. /R/
Para admirar tu gloria y tu poder,
con este afán te busco en tu santuario.
Pues mejor es tu amor que la existencia;
siempre, Señor, te alabarán mis labios. /R/
Podré así bendecirte mientras viva
y levantar en oración mis manos.
De lo mejor se saciará mi alma.
Te alabaré con jubilosos labios. /R/
Hermanos: Todos ustedes son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús, pues, cuantos han sido incorporados a Cristo por medio del bautismo, se han revestido de Cristo. Ya no existe diferencia entre judíos y no judíos, entre esclavos y libres, entre varón y mujer, porque todos ustedes son uno en Cristo Jesús. Y si ustedes son de Cristo, son también descendientes de Abraham y la herencia que Dios le prometió les corresponde a ustedes.
Palabra de Dios.
Un día en que Jesús, acompañado de sus discípulos, había ido a un lugar solitario para orar, les preguntó: “¿Quién dice la gente que soy yo?”. Ellos contestaron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías, y otros, que alguno de los antiguos profetas que ha resucitado”.
Él les dijo: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”. Respondió Pedro: “El Mesías de Dios”. Él les ordenó severamente que no lo dijeran a nadie.
Después les dijo: “Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho, que sea rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que sea entregado a la muerte y que resucite al tercer día”.
Luego, dirigiéndose a la multitud, les dijo: “Si alguno quiere acompañarme, que no se busque a sí mismo, que tome su cruz de cada día y me siga. Pues el que quiera conservar para sí mismo su vida, la perderá; pero el que la pierda por mi causa, ése la encontrará”.
Palabra del Señor.
Tarde o temprano, cuando un chico y una chica se gustan o atraen, llega la pregunta “¿Quieres ser mi novia? O más adelante, si la relación prosperó positivamente, la pregunta “¿Quieres casarte conmigo?”. Esto hasta hace unos años era generalmente aceptado como el proceso normal en las relaciones interpersonales, de cuando en cuando preguntarnos “¿Qué somos?”.
La relación de discipulado entre Jesús y los suyos no era la excepción, era importante que los discípulos después de un tiempo se posicionaran con respecto al maestro. Lo que digan los demás no es tan importante como lo que digan ustedes: “¿Quién dicen ustedes que soy yo?”. Suponemos la sinceridad de la respuesta de Simón Pedro y cómo esta respuesta representaba la postura de los demás “tú eres el mesías de Dios”.
Esto revela una relación específica de parte de ellos y por tanto también un compromiso de seguimiento. Por esta razón, Jesús de inmediato da ciertas indicaciones: la primera de ellas, “no hay que difundirlo”; la segunda, el que quiera venir conmigo que tome su cruz de cada día. Con Nuestro Señor es importante establecer de vez en cuando la pregunta ¿quién eres Tú para mí?, porque ello nos ayuda a clarificar si nuestro seguimiento es auténtico o no. No es prudente que todo solamente “fluya”, un día lo tomo como Dios, otro día (porque no me conviene) solo es un gran hombre del pasado, etc…
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