Amanece cada día y toda persona procura saber cuál es su rutina y su responsabilidad; tener claro que su día transcurrirá en hechos concretos que dan vida y servicio a su entorno. A lo largo de la historia la certeza ha sido motivo de búsqueda de todos.
Hace 2020 años, Jesús nació de María y contaron con la cercanía paternal de José –hecho concreto–, y su nacimiento vino a dividir nuestra historia occidental en un antes y después.
Estamos en víspera de celebrar la Navidad y como Iglesia seguimos viendo en su centro y culmen a Jesús, el Hijo de Dios, pues sin Él no tiene sentido la comunidad de bautizados, que está llamada a anunciar la Buena Nueva con palabras, pero sobre todo con hechos concretos.
Como dijo el Cardenal Carlos Aguiar Retes el pasado domingo en la Misa del III Domingo de Adviento, la Navidad no es solamente el recuerdo histórico de lo que sucedió hace 2020 años, sino un hecho que se actualiza hoy en la medida en que todos nos abramos a este anuncio, aceptemos a Jesucristo, y lo hagamos el modelo de vida para todos.
En ámbitos sociales y culturales más amplios, también celebramos la Navidad, pero con el mayúsculo riesgo de reducirla a una fiesta en el calendario, a la suma de buenos deseos y celofanes que envuelven parabienes pasajeros. A ellos hay que recordarles que sin la presencia de Jesús no hay Navidad; es su nacimiento –hecho concreto– lo que nos abre la puerta a la salvación.
Es urgente –y siempre lo será– volver al hecho concreto, a lo cotidiano y sencillo de quien da la vida en el servicio, de quien pone sus cualidades y tiempo para que su entorno sea más humano, para que día a día se materialice la voluntad de Dios. Sin el hecho concreto de tu acción cotidiana, la Navidad pierde su sentido fundamental.
Si bien las ideologías amalgaman a una sociedad y le dan cierta cohesión, son las tareas personales y el trabajo honesto lo que nos da vida. Si con las ideologías se llega a una orientación general, con las acciones concretas vivimos y mostramos la calidad y la calidez que cada hombre y mujer necesitan.
La Navidad es un hecho concreto: prepáralo y vívelo encontrando a Jesús en los demás y en la pequeña responsabilidad de tu vida. Las ideologías –generales, impersonales y pasajeras– seguirán ahí incluso cuando haya pasado la Navidad.
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