A más de un mes del asesinato de nuestros hermanos, los sacerdotes jesuitas Javier Campos y Joaquín Mora, este domingo concluye la Jornada de Oración por la Paz a la que nos convocaron los obispos de México. Esta jornada surgió como respuesta de la Iglesia frente a los hechos violentos que tanto han lastimado a nuestro país.
El objetivo de esta jornada nunca fue encontrar una solución instantánea al problema de la violencia en México ni dar un paso atrás en la indignación, sino reflexionar sobre el papel que tenemos como Iglesia –y como sociedad– en la construcción de la paz. Y uno de los temas que más nos cuesta entender, aplicar y predicar es el perdón.
El perdón no deja de lado la indignación ni la exigencia de justicia. Perdonar tampoco significa olvidar: si pudiéramos olvidar, no sería necesario perdonar. La verdadera virtud consiste en perdonar recordando, porque perdonar significa liberarnos de los resentimientos y la ira.
Leer: Enseñar a perdonar, perdonando
Es por eso que terminada esta Jornada de Oración por la Paz, hacemos un llamado a dos cosas, a seguir orando por la construcción de la paz y la justicia, y a perdonar.
Como Iglesia continuaremos trabajando por la paz, y aunque en nuestra labor de evangelización y caritativa hay hechos que nos han lastimado, como el asesinato de nuestros hermanos, seguiremos poniendo la otra mejilla una y mil veces. Recordemos que poner la otra mejilla no significa ceder ante la injusticia: significa denunciar lo que es injusto, pero sin ira ni violencia.
En palabras del Papa Francisco: poner la otra mejilla no es el repliegue del perdedor, sino la acción de quien tiene una fuerza interior más grande; poner la otra mejilla es vencer el mal con el bien, que abre una brecha en el corazón del enemigo, desenmascarando lo absurdo de su odio.
Convocamos a sociedad y gobierno a trabajar por la reconciliación y la paz, en el esfuerzo por establecer caminos concretos y eficaces para que cese la violencia y la inseguridad. Hacemos un llamado a indagar en este significado del perdón, pues la valiente acción de perdonar es lo único que puede transformar esta sociedad, cada vez más polarizada y paralizada ante la confusión de justicia con venganza.
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