Nos llama la atención que, justo a dos años de la sentencia de la Corte sobre el Código Penal de Coahuila en materia de aborto, la cual generó jurisprudencia para que el aborto libre no sea penalizado mediante el trámite de amparos en todo el país, esta semana la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) volvió a dar nota, ampliando ahora el derecho de amparo a organizaciones que promueven el aborto, mas allá de las mujeres. Parece que se han fijado fechas significativas del calendario para subir este tema en los debates públicos.
Además del detalle de la fecha, también es importante señalar el argumento que se usa para casi todas las decisiones judiciales en materia de derechos humanos: el “libre desarrollo de la personalidad”.
Vemos con tristeza que el Estado y sus leyes están mucho más dispuestos a defender la personalidad, antes que a la persona; es más, se puede pasar sobre la persona, con tal de desarrollar la personalidad, lo cual genera un sinsentido en la misma existencia humana. ¿Es más importante defender un atributo de la persona que a la persona misma?
En ese libre desarrollo de la personalidad cabe desechar la vida humana de terceros, sobre todo al inicio y al final de la vida, y ahora se celebra como un triunfo en materia de los derechos humanos, que todo el mundo pueda desarrollar su personalidad, pero queda en la obscuridad permanente el dato crudo de las personas que pueden ser desechadas, eliminadas, para lograr que una persona alcance esa personalidad que tanto busca.
Tampoco es, ni será, un triunfo del feminismo, lograr que la mujer pueda deshacerse libremente de sus hijos para desarrollarse en este mundo laboral, social, económico. Porque la opción que le están dando a la mujer contemporánea es: ‘Tu desarrollo personal o tu descendencia, tú decides… ¿Realmente esa es la ansiada respuesta que las mujeres necesitaban del feminismo?, ¿no debería impulsarse un feminismo que realmente pugne por el desarrollo integral de la mujer? Con todas sus capacidades y aptitudes, con su propia naturaleza femenina, integrada al mundo.
Nos podremos seguir quejando de la violencia creciente en nuestro país, pero mientras no logremos sensibilizar a la sociedad sobre el respeto a la vida humana, desde el inicio hasta su fin natural; mientras se siga haciendo pasar el aborto como una conquista de los derechos humanos; mientras se siga privilegiando la personalidad sobre la persona misma; mientras se siga discriminando a la mujer que decide ser madre en el trabajo, la escuela o la propia familia, la violencia no cederá, porque el corazón humano necesita compadecerse del débil, del necesitado.
Sabemos que hay Alguien que nunca olvida a una sola persona existente, y encomendamos a Ese Ser, a Dios todopoderoso, que pueda generar semillas de bondad en cada corazón, y que, como pueblo de Dios, sepamos cuidar de cada ser humano, hombre, mujer o niño, que se cruce en nuestras vidas y que Santa María de Guadalupe nos siga acogiendo bajo su manto.
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