Más allá de cualquier parámetro humano o científico, más allá de especulaciones filosóficas e interpretaciones teológicas, más allá de cuanto la inteligencia puede razonar, la fe nos dice con toda sencillez y profundidad: Jesús resucitó.

Y el acontecimiento que convierte nuestra historia humana en historia de salvación sigue con una vigencia inagotable, pues ante situaciones de muerte y desolación, o de catástrofe y sin sentido, la fe vuelve a dictar que el destino humano es la vida.

Leer: ¡Ten esperanza!

Cada bautizado proclama que el triunfo de Jesús sobre el pecado y la muerte no puede quedarse en una élite o que tenga caducidad: la resurrección de Jesús tiene consecuencias universales y perennes. Él nos ha adquirido para Dios.

Ante la situación tan especial que estamos viviendo a nivel mundial, hoy queremos subrayar que entre el Calvario -ignominia y desolación- y el sepulcro abierto y vacío -luz y resurrección- hay un espacio que no hemos valorado suficientemente: el descanso en la paz y en el silencio. En el séptimo día de la creación Dios descansó de cuanto había hecho, y en el sábado posterior a su mayor servicio -su muerte en cruz- Jesús descansó para manifestarse glorioso en el Domingo sin fin que ilumina al hombre redimido con su sangre.

Y su descanso no solo fue el cese de toda actividad: el descanso de Jesús hemos de ubicarlo como un encuentro peculiar con su Padre Dios, como un acto de intimidad y comunión total en el corazón mismo de Dios.

He aquí algunas preguntas que pueden iluminar -desde la fe y en total intimidad con Jesús- los acontecimientos actuales tan singulares: el confinamiento sanitario que se ha planteado ¿podemos asumirlo como el “descanso en el sepulcro” previo a la resurrección?; el distanciamiento social que se plantea para atenuar los efectos de la pandemia ¿podemos asemejarlo a la paz y silencio del sepulcro que contemplará la victoria sobre la muerte?; los instrumentos y herramientas tan prácticos como cubrebocas y guantes, ¿acaso pueden compararse a los lienzos con que fue envuelto el cuerpo muerto de Jesús, mismos que quedarán en orden y separados luego de su resurrección?

Tres preguntas que pueden parecer muy forzadas pero que quieren ayudar a una comparación práctica, de modo que si nos repiten “quédate en casa” podamos entender: “descansa en Dios”; y si nos insisten “lávate las manos”, nos remitamos a la mirra y aromas conque ungieron el cuerpo de Jesús; y si utilizamos guantes y tapabocas lo estemos haciendo como cuando envolvieron el cuerpo de Jesús en una sábana limpia.

Tenemos como destino la vida y la resurrección. Pero sabemos que el camino cruza por la entrega hasta el dolor extremo. De ahí que el calvario de tantos enfermos y la entrega de todo el personal médico exige también el “descanso” y el silencio de quienes podemos colaborar para que pronto llegue la luz de la resurrección, la superación de esta realidad tan tremenda que lograremos en total sintonía con Jesús, tal como proclamamos al inicio de Cuaresma: Yo muero con Cristo, para resucitar con Él.

Quédate en casa. Ponte en paz y en silencio con Dios. Descansa en Jesús. Resucitaremos con Él.

DLF Redacción

La redacción de Desde la fe está compuesta por sacerdotes y periodistas laicos especializados en diferentes materias como Filosofía, Teología, Espiritualidad, Derecho Canónico, Sagradas Escrituras, Historia de la Iglesia, Religiosidad Popular, Eclesiología, Humanidades, Pastoral y muchas otras. Desde hace 25 años, sacerdotes y laicos han trabajado de la mano en esta redacción para ofrecer los mejores contenidos a sus lectores.

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