El origen del actual gobierno de Nicaragua, se dio entre los grupos revolucionarios que derrocaron a la dictadura de la familia Somoza, en julio de 1979. La confusión que se produce inevitablemente cuando se da un cambio violento, no ha permitido consolidar la democracia en este país Centroamericano en los últimos 40 años.
Al contrario, un grupo dominado por las ideologías de la izquierda latinoamericana se ha consolidado en el poder político por vía electoral desde el 2006, prometiendo la superación de la pobreza, apertura para los empresarios y la inversión internacional, respeto a las libertades y los derechos humanos de todos los ciudadanos y manifestando su cercanía con la Iglesia Católica.
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Pero una vez en el gobierno, han dejado de lado todas las promesas, cambiando las leyes a su conveniencia y acallando a los críticos de cualquier signo, con el único interés de mantenerse en el poder.
La última reelección, en noviembre de 2021, ha sido la más fraudulenta y represora, controlando y censurando los medios de comunicación, encarcelando a todos los que estaban como candidatos en la contienda presidencial con acusaciones absurdas, atacando y cerrando todas las actividades de la sociedad civil, incluyendo las instituciones de servicio social y beneficencia, confiscando sus bienes, con una agresión directa a las Hermanas de la Caridad de Santa Teresa de Calcuta, expulsándolas del país.
Han acabado con todas las voces críticas y pensantes que están en la cárcel o en el exilio, la última voz que permanece con autoridad moral para denunciar los atropellos que se están dando es la de la Iglesia Católica; de allí los últimos acontecimientos que llevaron al acoso y finalmente la detención de Mons. Rolando Álvarez, Obispo de Matagalpa, y otros acompañantes, que ha causado una indignación casi unánime en el mundo entero, condenando todo lo que está sucediendo.
Se ha pronunciado la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, igualmente de la Unión Europea, por supuesto la Organización de los Estados Americanos (OEA) con un enérgico pronunciamiento, muchos otros gobiernos y organizaciones internacionales, las conferencias episcopales de toda América, incluyendo a la CELAM.
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La respuesta, como en todos los demás casos, raya en el cinismo de la llamada pareja presidencial: se detuvo a Mons. Rolando Álvarez para “recuperar la normalidad para la ciudadanía y las familias matagalpinas”. Los que quisieron liberar a Nicaragua de una dictadura, se han vuelto peores.
Las ideologías siempre acaban mal, ha dicho el Papa Francisco, quieren ayudar a los pobres, pero no con los pobres, más aún, no dejan pensar a los pobres. Las ideologías populistas acaban siempre en dictaduras que afectan mucho más a sus pueblos que lo que pretenden beneficiar.
El Papa Francisco y la Iglesia siguen el camino de la prudencia, invitando a la oración y a la resistencia pacífica.
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