Vaya realidad tan complicada que millones de niños y niñas enfrentan a diario: han cambiado los cuadernos y las aulas por herramientas de trabajo. Desde vender mazapanes y ser “viene viene” de los autos en las calles, hasta trabajar arduamente en el campo y realizar largos trayectos diarios con tal de ganarse unas monedas y aportar a la economía de su hogar.
Incluso, hace unos días, nos enteramos que, de acuerdo con la Organización Internacional para las Migraciones, han crecido en más de 160% los casos de niños que han sido ocupados como guías para cruzar a indocumentados.
En lugar de llevar consigo las cicatrices de las caídas en bicicleta y las lecciones académicas, son las burlas, el rechazo, las miradas crueles, las palabras hirientes y las actitudes violentas las que marcan a millones de niños desde una edad temprana.
Al menos 3.7 millones de niños, niñas y adolescentes en México están atrapados en el trabajo infantil, según la Encuesta Nacional de Trabajo Infantil (ENTI) del 2022, y de acuerdo con la agencia de las Naciones Unidas, el fenómeno está creciendo debido al aumento de la pobreza absoluta entre las familias (ONU, 2024).
La situación es delicada en estados como Guerrero, con una tasa del 24.5%, y Chiapas con el 20.8%, donde niños de 11 o 12 años, que aún no saben leer ni escribir, se ven obligados a trabajar para sobrevivir.
¿Qué estamos haciendo para proteger a nuestros niños?, ¿para garantizar un mejor futuro para los pequeños?, ¿para que millones de niños vivan en plenitud, con su alegría e inocencia natural?
Inspirados por las enseñanzas de Jesús, quien mostró su amor y nos pidió tener una especial atención con los niños, queremos hacer un llamado para asumir el compromiso social de proteger a los más pequeños y construir una sociedad donde todos, sin excepción, puedan crecer con dignidad, amor y oportunidades.
Sobre este tema, el Papa Francisco ha señalado que la pobreza es la raíz de todas las explotaciones, por lo que para erradicar el trabajo infantil es necesario abordar las causas de la desigualdad.
Hagamos todos los esfuerzos posibles para garantizar que cada niño y niña tengan acceso a la educación y a una vida libre de explotación laboral, a través de políticas públicas que protejan y promuevan los derechos de la infancia; también reforzando la atención y cuidado de los padres hacia ellos; y sin dejar atrás las pequeñas y grandes acciones que podamos motivar en nuestro entorno.
El pasado 12 de junio se conmemoró el Día Mundial contra el Trabajo Infantil. Que no sea solo esta fecha cuando reflexionemos sobre esta grave problemática. Que cuando veamos a un niño batallando para ganarse unas monedas, renovemos nuestro compromiso con los valores que nos dejó Jesucristo: el respeto a la dignidad humana y la solidaridad con los más vulnerables.
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