Desde finales del siglo 19 se promovía el tema de la discapacidad como una enfermedad y un defecto cuya solución dependía única y exclusivamente del portador, con lo que se excluía inmediatamente cualquier participación social. Quienes se lograban implicar, lo hacían desde lo externo, sin inmiscuirse en la mejoría de la vida digna de la persona ni mucho menos en la reestructuración de los mecanismos de su entorno: trabajo, estudio, familia.
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La discapacidad colocaba al portador como minusválido, inválido y enfermo; definitivamente diferente o anormal en comparación con la mayoría de las personas.
En el presente, todavía luchamos por derribar los estigmas con que la historia ha enmarcado a la persona con discapacidad. Debemos ser capaces de ver en ellos no un cúmulo de defectos y anomalías, sino una persona cuya valía no depende de lo que no puede hacer: ver, oír, comprender, caminar, hablar.
Una persona con discapacidad tiene que ser considerada con el mismo estatus de dignidad que el resto de las personas. La discapacidad, por el contrario, debe representar la diferencia y diversidad con la que se construye toda sociedad. Cuando la discapacidad se considera desde una base social, entonces toda persona se puede reconocer capaz de influir para erradicar la discriminación.
Este 3 de diciembre celebraremos el Día Internacional de las Personas con Discapacidad, y aprovechamos el momento para hacer un llamado a la sociedad para pugnar por la creación de leyes que provean de criterios en la construcción de espacios accesibles a toda persona; hagamos campañas de sensibilización y conocimiento en el tema de discapacidad; exijamos y provoquemos un trato digno a toda persona.
Podemos empezar, por ejemplo, evitando que en la escuela se le niegue la educación a quien vive con alguna discapacidad. Exigiendo formación al policía para que no niegue el acceso al transporte público por no tener credencial de discapacidad; lograr que el médico que no habla Lengua de Señas deje pasar a la consulta al intérprete de su paciente por ser sordo; al conductor para que respete los espacios para usuarios de sillas de ruedas. Que en el Metro los ambulantes no obstaculicen la guía para las personas ciegas. Y que los políticos consideren a las personas con discapacidad como una prioridad en su agenda.
Los invitamos además esta semana a unirse en oración, todos los días a las 10:00 horas, a través de las redes de la Arquidiócesis Primada de México, a rezar el Santo Rosario, guiados por personas con discapacidad, como parte de una serie de actividades con las que se busca atraer la mirada para que juntos, como sociedad, atendamos integralmente sus necesidades.
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