Hace 11 años, la Conferencia del Episcopado Mexicano publicó una exhortación pastoral de 116 páginas titulada “Que en Cristo Nuestra Paz, México tenga Vida Digna”, que llamaba a todos los órdenes de gobierno, a la sociedad, a los jóvenes, a los padres de familia, a los sacerdotes y a los educadores, a unirse en la construcción de la paz e impulsar el desarrollo humano integral. Eran tiempos en los que se hablaba de violencia e inseguridad.
Este mes hemos sido testigos de múltiples hechos de violencia en el país, dos de ellos incluso ligados a la vida religiosa. Uno, el asesinato del misionero franciscano Juan Antonio Orozco Alvarado, quien se dirigía a celebrar la Eucaristía, y falleció junto con otras personas en un fuego cruzado entre bandas criminales, en Durango.
El otro, una balacera que interrumpió una Misa que se celebraba en la Parroquia de San Juan Bautista, en Iguala, Guerrero. Once años después, la violencia sigue golpeando nuestra cotidianeidad y negándonos el derecho a la tranquilidad.
¿Qué nos falta por hacer?, ¿Qué estamos omitiendo para que estos hechos violentos no cesen?
Hace 11 años, la exhortación de la CEM hacía referencia a una crisis de legalidad, en la que se ha extendido una práctica basada en la idea errónea de que las leyes no están para cumplirse, sino para negociarse. También se hablaba de una fractura del tejido social, en la que se han fortalecido el individualismo y la apatía. Y por último, una crisis de moralidad, en la que se ha afectado la fundamentación, vivencia y educación en los valores morales. Una crisis en la que no hay respeto a la integridad de las personas, y en la que se abren paso la mentira y a la corrupción.
Once años han pasado y estas tres crisis siguen lastimando a nuestro país, y se hacen evidentes en los actos de violencia que han dejado miles de víctimas en este tiempo.
Este es un tema que nos llama a todos a decir con nuestras acciones: ¡Basta ya a la violencia!
Retomando una frase de Benedicto XVI en torno a los daños ocasionados por el crimen organizado en América Latina: “La dignidad humana no puede ser pisoteada de esta manera”.
Vivimos meses clave, en los que buscamos salir de una larga tempestad que nos exige un cambio de rumbo. Son tiempos que definirán nuestro futuro, y si queremos un mejor horizonte, es tiempo de replantearnos si estamos haciendo lo suficiente.
Cada uno de nosotros tenemos un papel en la construcción de la paz, y no existe otro camino más que la unidad para alcanzarla. Solo unidos podremos superar estas tres crisis con las que hemos convivido por tantos años.
“En muchos lugares del mundo hacen falta caminos de paz que lleven a cicatrizar las heridas, se necesitan artesanos de paz dispuestos a generar procesos de sanación y de reencuentro con ingenio y audacia”, señala el Papa Francisco en Fratelli Tutti (n.225).
Seamos los “artesanos de paz” y mensajeros de bien que nuestra sociedad necesita, y hagamos oración por la paz, pues no hay mejor sostén para alcanzarla que Dios.
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