En días pasados, la Comisión de Salud de la Cámara de Diputados, realizó una serie de conferencias para hablar sobre la eutanasia, una práctica que, hasta hoy, está prohibida en México.
La muerte digna consiste en acompañar a una persona que está terminando su proceso de vida, ya sea por una enfermedad o por la propia edad, con cuidados paliativos; esto es, los cuidados médicos, nutricionales, psicológicos y espirituales necesarios para que esta persona pueda cerrar lo mejor posible su proceso de vida en este mundo, con su familia y seres queridos, y presentarse ante el Señor.
La eutanasia no es muerte digna, es adelantar la muerte a una persona, de dos posibles maneras, administrándole alguna sustancia o medicamento que le provoque la muerte, o dejándole de administrar algo indispensable para la vida, como la respiración o la hidratación.
Existe una tendencia ideológica, ajena a la dignidad humana, que utiliza argumentos sentimentales para equiparar la muerte digna con el asesinato de una persona enferma. Otro argumento que se utiliza para justificar este procedimiento letal es que la persona que lo solicita puede llegar a administrarse a sí mismo la dosis que le causaría la muerte. Esto se llama suicidio.
En el mencionado programa de conferencias se pronunciaron afirmaciones en el sentido de que la aprobación de la eutanasia supondrá un beneficio económico para el Estado, pues así ahorrará en cuidados paliativos. En otras palabras, no se gastaría dinero para ayudar a una persona a bien morir para, en su lugar, asesinar o incentivar al suicidio de quienes enfrentan una enfermedad.
Ante el escenario social tan complejo, en el que la vida humana es despreciada por su “inutilidad” o por estorbar a los proyectos y planes de otro, la eutanasia viene a sumarse como una figura más para despreciar la vida del enfermo, ya sea por la incomodidad que genera su cuidado, o por los gastos de ello, o para despreciar nuestra propia vida cuando nos enfrentemos a un proceso de deterioro degenerativo de nuestra salud.
Hacer a un lado nuestra Cruz buscando salidas fáciles al dolor y la enfermedad no solo refleja un Estado que desprecia la vida humana a cambio de ahorrar unos pesos; también nos habla de falta de sentido en nuestras propias vidas, que podemos centrar más en nuestra comodidad y ausencia de sufrimiento, antes que en el servicio al prójimo. Todos los seres humanos estamos llamados a dar testimonio de vida, y a servir a los demás hasta nuestro último aliento, como lo hizo Jesús de Nazareth, clavado en la Cruz, por amor a todos.
Existe la posibilidad ética y cristiana de dejar morir a una persona de manera natural, rechazando tratamientos innecesarios para enfermedades que ya no tienen remedio humano, pero esto definitivamente no es lo mismo que adelantar deliberadamente la muerte de una persona administrando una sustancia letal.
Los médicos que se especializan en cuidados paliativos, procuran una vida digna al doliente y enfermo hasta su último momento, es decir, una muerte digna. Quitar vidas no es ni será su especialidad. Está comprobado que cuando una persona enferma no tiene dolor, lo que menos piensa es en adelantar su muerte. Por ello, llamamos a los profesionales de la salud y a los legisladores de nuestro país a eliminar el dolor, no al doliente.
Encomendamos de manera especial a todas las personas que viven alguna enfermedad irreversible, y a sus familiares, cuidadores y médicos, para que Dios les acompañe siempre y que Nuestra Señora de Guadalupe les acoja y abrace bajo su manto.
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