No podemos resignarnos como ciudadanos individuales y menos como sociedad civil organizada a tener un gobierno que maneja de manera unilateral y unipersonal los grandes problemas de este país. Menos aún podemos acostumbrarnos a un monólogo, donde los medios de comunicación se limitan a dar cuenta de largos discursos sin interlocutores, o donde la mayor participación ciudadana se da cuando se consulta a mano alzada, en medio de mítines a modo, asuntos que deberían analizarse con argumentos razonables y mecanismos verdaderamente democráticos. Las decisiones equivocadas, en perjuicio de todos se acumulan una tras otra.
Mucho más nos sorprende la intención expresada recientemente en la Cámara de Diputados, según la cual, la fuerza mayoritaria debe tomar el control absoluto, con la falacia de que los ciudadanos así lo decidieron en las urnas, de tal forma que los grupos políticos minoritarios no deben ser tomados en cuenta para la conducción de dicha Cámara. Olvidan un principio fundamental de todo Congreso: es el espacio de la representatividad de mayorías y minorías para conservar el equilibrio social necesario en toda democracia.
Es evidente que con estas medidas se quiere convertir el lugar de mayor dinamismo democrático de un país en un espejo del totalitarismo empobrecedor que tanto daño hace en cualquier sociedad. El Congreso se distingue sobre todo por la capacidad de argumentar, convencer y negociar las decisiones legislativas pensando en todos los ciudadanos con la riqueza de matices, opiniones y realidades de la Nación.
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Dialogar no significa simplemente organizar reuniones, en este gobierno se han organizado muchas. Dialogar es saber escuchar. Hace falta escuchar a los campesinos que no han recibido los subsidios que les corresponden; hace falta escuchar a las madres trabajadoras que necesitan apoyos profesionales en el cuidado de sus hijos; hace falta escuchar a los médicos que hablan del desbasto de medicamentos y la falta de mantenimiento de equipos especializados; hace falta escuchar a los expertos que analizan la viabilidad de proyectos y el verdadero cuidado ambiental; hace falta escuchar a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos y demás organismos autónomos; hace falta escuchar a las calificadoras internacionales sobre la trayectoria económica del país; hace falta escuchar a los verdaderos implicados para orientar la educación de niños y jóvenes; hace falta escuchar a los inversionistas para generar confianza; hace falta escuchar a las víctimas de las extorsiones y la violencia del crimen organizado. No basta el voluntarismo de una persona, un país como México requiere de mayor responsabilidad y de un verdadero diálogo social.
Estamos a tiempo… por el bien de todos, aprendamos a dialogar, gobierno y sociedad.
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