Las fiestas navideñas
El camino entre dos seres humanos siempre se ha de recorrer en clave de encuentro y diálogo, de otro modo no hemos terminado de estar en la selva, en donde la ley del más fuerte sigue imperando. Y cuando uno de los dos que se encuentran vive una situación de necesidad -la que sea- el camino a recorrer debe estar cifrado en clave de misericordia y apertura. Sería ruin e inhumano que ante la situación difícil de cualquier semejante nos comportáramos con indiferencia y -peor aún- ventaja.
En las obras de misericordia Jesús nos ha enseñado la vía más noble para mostrar la calidad con la que estamos hechos: todos estamos capacitados para dar de comer, para ofrecer el vestido, para visitar al enfermo, para acoger al peregrino.
Hoy sigue siendo urgente “dar posada al peregrino” pues en el fondo todos vamos de paso por este mundo, y nadie -por muy arraigado que se encuentre a su hábitat, a su cultura, o a su comodidad- ha llegado a su meta definitiva. El dicho popular lo afirma con singular claridad: “Arrieros somos y en el camino andamos”.
Las fiestas de Navidad y Año Nuevo son oportunidad para encontrarnos en familia y mostrar misericordia ante quien está necesitado, sin importar que esté cerca o lejos, sin que obste que lo conozcamos o que jamás hayamos tenido contacto su situación difícil. Bien vale una invitación directa y precisa para que en medio del ambiente festivo y familiar, tengas más abierto el corazón a la misericordia que la cartera al consumismo. Dicho de otro modo: si eres capaz de abrir tu cartera para lo que se acaba, ojalá seas más capaz de abrir el corazón para lo que no se acaba.
El afán de comprar y gastar sin sentido, sin programa, sin necesidad, sin beneficio para quien más necesita se llama consumismo, y por sí mismo constituye una bofetada a cualquier otro peregrino de tu barrio o tu ciudad, de tu país o de este planeta que a todos pertenece.
Dar posada al peregrino o acoger al forastero son dos caras de la misma moneda, son caminos de encuentro y diálogo embellecidos por la misericordia.
Comprar lo necesario, utilizar sólo lo conveniente, evitar el desperdicio, cancelar el despilfarro, disminuir la contaminación, compartir el momento de fiesta, ofrecer tu compresión, regalar tu tiempo en servicio, fomentar el diálogo en familia, son otros modos de vivir las diversas obras de misericordia. Y si lo haces como peregrino, encontrarás la verdadera alegría de caminar cercano a otros caminantes.
Es posible que forasteros y peregrinos no sean una situación cotidiana a las puertas de tu hogar, y que puedas argumentar que atenderlos debe ser parte de políticas sociales y de benefactores institucionales. Pero sobran razones para concluir que lo poco y sencillo que puedas hacer en tu ambiente familiar, tiene repercusión a nivel local y planetario, que las medidas y hábitos que estableces en tu entorno, pueden beneficiar a quienes caminan y son forasteros en la lejanía, en el anonimato.
Quienes dieron posada a esos extraños venidos de Nazaret, quienes recibieron a los caminantes con su criatura a punto de nacer, no imaginaron que recibirían al Hijo de Dios, que se hizo peregrino como cualquiera de nosotros.
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