“Queridos jóvenes, los necesitamos, necesitamos su creatividad, sus sueños y su valentía, su simpatía y sus sonrisas, su alegría contagiosa y también esa pizca de locura que ustedes saben llevar a cada situación”.
Estas palabras, salidas del corazón del Papa Francisco durante un encuentro con jóvenes en Roma, a finales del año pasado, resumen la necesidad que tiene no sólo la Iglesia, sino el mundo entero, de una juventud capaz de acoger en sus manos el incierto futuro de la humanidad.
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El sello conmemorativo de la próxima Jornada Mundial de la Juventud, que tendrá lugar del 1 al 6 de agosto en Lisboa, Portugal, muestra al Papa Francisco guiando a los jóvenes y a la Iglesia, representada por la barca de Pedro, al descubrimiento de lo que él mismo ha llamado un cambio de época.
Y no se trata sólo de una época de cambios, sino de un cambio de época, en la que hay que hacer frente a los tiempos difíciles. Hoy el mundo necesita de jóvenes capaces de salir a sembrar semillas de esperanza, jóvenes que den vida a un mundo cada vez más permeado por la cultura de la muerte, jóvenes que salgan al mundo y hablen de amor y misericordia.
Por desgracia, muchos de nuestros adolescentes y jóvenes, a falta de una buena transmisión de la fe, y de la pérdida de valores en su entorno, no logran vislumbrar un horizonte, sino que se encuentran atrapados en una espiral descendente que los hunde cada vez más hasta perderse en la desolación, y que, en algunos casos, termina con el suicidio.
Uno de los problemas más graves que enfrentan nuestros jóvenes, quizás como nunca antes, son los trastornos mentales. La Organización Mundial de la Salud nos dice que el 20% de los niños y los adolescentes a nivel mundial (dos de cada diez) tienen problemas o trastornos de salud mental, con grandes similitudes en todas las culturas.
Son estos trastornos los que causan más discapacidades a nivel mundial, y son los países más pobres los que recienten más los estragos, por obvias razones, pues carecen de servicios profesionales para atender a las poblaciones. Entre los principales trastornos mentales en jóvenes están la depresión, ansiedad, dependencia de sustancias, trastorno disocial y negativismo, anorexia, bulimia, hiperactividad y fobia social, patologías que por desgracia comienzan a normalizarse, e incluso a veces son consideradas “cool”.
Esta situación demanda la atención y el trabajo en conjunto de todos los sectores sociales, empezando por la familia, pero pasando por el Estado, que debe favorecer el crecimiento integral de la juventud: educación, deporte, arte, tecnología, y por supuesto, la cultura del cuidado.
El Papa Francisco ha hecho hincapié en este último tema. Y es que, para el Santo Padre, éste es el punto de inflexión, pues hay un mundo impregnado de individualismo, que devora a los niños y jóvenes.
Promover en los jóvenes la cultura del cuidado -según el Papa- es enseñarlos a hacerse cargo de los demás, de lo que los rodea, de la ciudad, de la sociedad, de la creación.
Pero primero deben cuidarse a ellos mismos, sobre todo desde el interior, el alma, el corazón, tratando de escucharlo en silencio, encontrar espacios para estar en contacto con su interioridad, para acoger su propia existencia, y no dejar que se les escape de las manos, a fin de no ser “turistas de la vida”, que sólo la miran desde fuera.
¡Cuidemos la salud mental de nuestros jóvenes!
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