“Una sociedad sin la presencia de la madre sería una sociedad inhumana, porque las madres siempre saben testimoniar –incluso en los peores momentos– la ternura, la dedicación, la fuerza moral”. Son palabras del Papa Francisco que constatan el papel materno de la mujer en la familia, la sociedad y la Iglesia, pues son ellas las responsables inmediatas y naturales en la transmisión de valores, en la construcción de la cultura, en la vivencia de la fe.
La maternidad enfrenta retos enormes en su propia naturaleza y se van añadiendo otros más, frutos de cambios en el ritmo de vida y en los nuevos esquemas culturales. Asumir la actividad laboral femenina fuera de casa, responder a exigencias de promoción personal y profesional, la exaltación de una supuesta igualdad respecto a las funciones varoniles, son temas que siempre provocarán opiniones encontradas.
Podemos decir que lo mejor que le puede suceder a cualquier mujer es ser madre; pero entendamos este concepto mucho más allá de lo meramente biológico y familiar, pues su riqueza afectiva y psicológica, así como los valores inherentes a la maternidad “social” o “religiosa”, seguirán siendo indispensables en la construcción y consolidación de cualquier grupo humano.
Hemos de seguir escuchando a tantas mujeres que de una u otra manera quieren proyectar su identidad –más que instinto– maternal, y que realizan loables esfuerzos por tener un hijo, por enriquecer la cultura, por aportar la ternura y la entrega, por inyectar calidez a estructuras y ambientes de todo tipo: educativos, económicos, religiosos… Son ellas las que nos alimentan no sólo con su pecho maternal, sino con su ingenio, su atrevimiento, su visión maternalmente humana de la vida y la sociedad. Son ellas las primeras en dar salud, cobijo, perdón, unidad a la familia y a la sociedad. Y no se arredran ante las dificultades.
Mucho bien harían legisladores y empresarios, esposos y amigos, militares y campesinos, etcétera, etcétera… en seguir apoyando a la mujer en su vocación más específica: ser madre.
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Apostémosle a una cultura “maternal”, pues en ella lo femenino alcanzará honrosa plenitud; abonémosle a una maternidad completa, integral, y ganaremos todos. Sin duda.
En nuestro tema de portada, encontrarás seis historias de vida a partir de un común denominador: la maternidad. La vida de estas mujeres refleja, sin duda, la de muchas otras, todas llenas de sacrificio -¡hecho sagrado!-, sí, pero sobre todo, colmadas de vida, de satisfacciones y de plenitud.
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