Sacerdotes jesuitas asesinados en Chihuahua
El 28 de septiembre se cumplen 100 días del asesinato de Pedro Palma y de los sacerdotes jesuitas Javier Campos y Joaquín Mora. Se siente amenazante sobre nosotros la losa de la impunidad y la condena al olvido; pero la muerte de los justos nunca puede ser sellada por esa losa, porque su muerte siempre se transforma en reclamo de justicia y fermento de paz, porque sus vidas no se pueden olvidar, se vuelven todos sus actos y palabras un memorial.
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El asesinato en Cerocahui (Chihuahua) se sumó a otros tantos miles de muertes violentas en México, pero este hecho en particular llamó la atención y la indignación de la sociedad mexicana de manera sobresaliente. Un hombre trabajador, padre y esposo, intentó escapar de su victimario en la Iglesia; un par de sacerdotes jesuitas, amados misioneros de aquella región, intentaron a su vez protegerlo y auxiliarlo sacramentalmente, y en ello encontraron la muerte violenta. Sus cuerpos cayeron entre el altar y el Sagrario, el padre Joaquín empuñaba los santos oleos.
Sus cuerpos fueron sustraídos para correr la suerte de tantos y tantas: desaparecer. A los pocos días, gracias a Dios, se recuperaron los cuerpos de Pedro, Joaquín y Javier, cosa que no sucede desafortunadamente para miles de familias. El pueblo de Cerocahui pudo sepultar a sus padres asesinados, pero la muerte de éstos ha sido fermento de paz, de indignación, y reclamo de justicia del pueblo de México ante las muertes violentas y la impunidad, que para este caso particular se cumplen 100 días, pero se suma a muchos más días de injusticia e impunidad.
No llegamos a los 100 días sólo con saldos negativos por la falta de verdad y de acceso a la justicia, llegamos con una fuerza renovada y el deseo fortalecido para construir la paz.
Llevamos 100 días de lágrimas, encuentros, fiesta, acciones, oración, reflexión, conversas y muchas búsquedas para encaminarnos a construir esa paz, que, como dice el Papa Francisco, sabemos que es trabajosa y artesanal (Fratelli Tutti 217). La paz se construye con el diálogo y la amistad social, que consiste en acercarse, conocerse, escucharse, mirarse, tratar de comprenderse, buscar puntos de contacto; todo eso se resume en el verbo dialogar, dice el Pontífice en su texto (FT 198).
El pasado 21 de septiembre, fiesta del Apóstol Mateo y Día Mundial de la Paz, la Conferencia del Episcopado Mexicano, la Conferencia de Religiosos y Religiosas de México y los Jesuitas, presentaron los Conversatorios por la Paz, una iniciativa que llama a dialogar a familias, vecinos, amigos, compañeros, escuelas. Toda comunidad es invitada a participar de esta iniciativa que se suma a otras tantas que han pasado en estos 100 días.
A los 100 días, sentimos el llamado a seguir abriendo las puertas de nuestros templos para acoger y consolar; nos sentimos llamados a hablar fuerte, a unir y a dialogar, a orar con insistencia por la justicia y la paz.
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