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  LA VOZ DEL OBISPO
Por Mons. Luis Manuel Pérez Raygoza
   Arzobispo de la Arquidiócesis Primada de México
LLAMADOS A LA UNIDAD,
NO AL ODIO NI A LA DIVISIÓN
Es el amor lo que otorga signficado a la vida humana, y hace que sea sea grande y luminosa.
Pero el camino hacia la justicia, la equidad y el bien común, no se constru- ye con el odio fratricida, ni fomentando la división y el resentimiento social; no se construye atentando contra la integri- dad y la vida de otras personas.
Que a la luz del misterio de amor y unidad que contemplamos en la Santí- sima Trinidad, el Señor nos ayude a no acostumbrarnos a las barbaries vividas en días recientes en algunos puntos de nuestro país (muchas de ellas vincula- das a la jornada electoral 2021) y del ex- tranjero, pues la violencia únicamente engendra más violencia y destrucción.
Dios Trino y Uno nos ayude a vivir el amor y la unidad entre nosotros: unidad en nuestras familias, en nuestra Iglesia y en la sociedad.
Hoy, Domingo después de Pentecostés, celebramos y proclamamos nuestra fe en Dios Trino y Uno, en el mis- terio de la Santísima Trinidad.
Somos hijos amados del Padre celes- tial, discípulos de Cristo lavados y redi- midos por su sangre, y templos vivos del Espíritu Santo que habita en nosotros por la gracia bautismal.
En su ser trinitario, Dios se nos mani- fiesta como misterio de amor y de co- munión; como un único y eterno Dios que es comunión de tres personas dis- tintas en la unidad de un solo ser. Ese Dios que es amor y comunión, se nos ha dado a conocer en Cristo para invitarnos a la amistad con él, pues como dice san Juan:“Dios no envió a su Hijo a condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por él”.
El misterio de la Trinidad es misterio de amor. La relación entre las personas divinas es un eterno don de amor. De ese amor quiere el Señor que vivamos, de ese amor inagotable que de la Trini- dad ha de alimentarse todos los días nuestra fe y nuestra vida, para que con ese amor podamos amar a quienes nos rodean y, como nos dice san Pablo: “vivir en paz y armonía” (2Cor) los unos con los otros.
Es fundamental entenderlo, asumirlo: los seres humanos hemos sido creados por Dios a su imagen y semejanza. Ello significa que hemos sido creados por amor y para el amor, y que nuestra vida puede desarrollarse y realizarse sola- mente cuando tenemos la experiencia
de ser amados y de amar.
Es el amor lo que le otorga significado
a la vida; es el amor lo que hace que una vida humana sea grande y lumino- sa; es el amor que recibimos y que otor- gamos lo que más nos acerca a Dios.
Por el contrario, la vida humana se atrofia y se frustra cuando se cierra so- bre sí misma. Una vida que no se abre al amor y a la donación, que no es ca- paz de dar y recibir amor, se asfixia en su propia soledad.
Por ello, a la luz de nuestra fe en la Santísima Trinidad, conviene revisar nuestras relaciones interpersonales, nuestra capacidad y disposición para amar; reflexionar sobre acerca de nues- tras relaciones interpersonales y la for- ma como hasta hoy las hemos vivido.
El amor de Dios Trinidad es también misterio de comunión, de unidad. Por ello, creer en él y vivir en él, nos llama a esforzarnos seriamente por vivir la co- munión con los demás.
Por lo tanto, ante los numerosos de- safíos que tenemos hoy como nación, entre ellos la ya cercana jornada electo- ral y sus consecuencias, necesitamos entender que unidos, sintiéndonos her- manos, reconociendo el valor incalcula- ble de toda persona, atentos en particular a quienes sufren y más nos necesitan, hemos de trabajar para le- vantarnos y construir un futuro ventu- roso para todos.
Siempre, pero hoy más que nunca, necesitamos estar unidos, sumando y multiplicando esfuerzos. Juntos tene- mos que buscar caminos de verdadero desarrollo, del cual nadie esté excluido.
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30 de mayo de 2021 desdelafemx
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