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  LA VOZ DEL OBISPO
Por Luis Manuel Pérez Raygoza
   Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México
Sin la esperanza la existencia se empobrece y naufraga en el absurdo.
LA ESPERANZA Y SU IMPORTANCIA EN LA VIDA HUMANA
A l fijar la mirada en el camino milenario de la humanidad, en la historia de las culturas y naciones, y en la trayectoria personal de cada ser humano, es posible- percibir la presencia de una disposición interior que anima e impulsa a las personasy a los pueblos hacia adelante: la esperanza, es decir, la confianza en un futuromejor, acompañada de un deseo de construir y alcanzar una realidad cada vez másprome-
tedora y venturosa.
Cuando revisamos con atención el de-
venir de los pueblos y de los hombres, y advertimos el desarrollo y los alcances obtenidos en el transcurso de los siglos, descubrimos también una actitud interior que nos ha hecho y nos hace mirar hacia adelante, estar en camino, construir un presente y un futuro.
A ese deseo natural de mayor plenitud y a la confianza en que ese deseo puede hacerse realidad, le llamamos esperanza.
En este sentido, podríamos definir la esperanza como una disposición y dispo- nibilidad en el ser humano para desear bienes futuros y confiar en que se pueden alcanzar mediante el compromiso y el trabajo. Deseo y confianza, son dos notas esenciales de la esperanza.
Cabe decir que la esperanza es una realidad constitutiva de la realidad huma- na, un elemento decisivo para la calidad de vida y la salud existencial y espiritual de todo hombre.
Sin la esperanza, la existencia se em- pobrece y corre el riesgo de naufragar en el absurdo y en la angustia.
Ninguna persona puede vivir sin
esperar nada, pues resultaría fatídicamente dañada la calidad espiritual de su vida; más aún, el sentido de su vida.
Vivir sin creer en nada ni en nadie, sin confianza, sin ilusiones, sin metas y sin un sentido, es entregarse al suicidio espiritual porque la esperanza está estrechamente vinculada al sentido de vida.
En toda persona humana existe una tendencia natural hacia el sentido, una ne- cesidad vital de encontrar o darle a la pro- pia existencia un sentido, una dirección, una razón de ser, un objetivo, orientando la vida hacia alguien o hacia algo.
Víctor Frankl escribió que “[...] la existen- cia se desploma y se viene abajo cuando no se trasciende a sí misma, cuando no sale de sí misma para alcanzar algo que está más allá de ella1.
Desafortunadamente, a veces encontra- mos rostros desfigurados por el desaliento y la desesperanza; personas, incluso jóvenes, sin ilusiones ni proyectos, cansadas de vivir, sin expectativas y sin ánimos de luchar, con una actitud negativa y derrotista ante todo. En estos casos ha naufragado la esperanza. Por eso,acertadamente Emil Brunner com- para la esperanza con el oxígeno en la san- gre, imprescindible para la vida:
La esperanza para la existencia humana es como el oxígeno para el pulmón. Si falta oxígeno viene la muerte por asfixia. Si falta esperanza viene esa dificultad de respiración que se llama desesperación, parálisis de la expansión espiritual por un sentimiento de la nada o el sinsentido de la vida. El abastecimiento de oxígeno decide sobre la vida de los organismos, el
abastecimiento de esperanza sobre el destino de la humanidad2.
Desear, confiar, perseverar y vivir con-sentido, es un conjunto básico de disposiciones interiores que ayudan a cultivar una vida esperanzada.
Pero no olvidemos que el fundamento último y definitivo de nuestra esperanza es Dios mismo, quien a través del bautis- mo ha infundido en nuestras
lmas la esperanza como virtud teolo- gal, perfeccionando así nuestra natural ca- pacidad de esperar y confiar. Sobre la esperanza como virtud teologal hablare- mos en el siguiente artículo de “la voz del obispo”.
Baste por ahora recordar que para no- sotros, discípulos de Cristo, la esperanza no es una utopía, ni un simple optimismo. Es la confianza plena en que Dios está presente en los caminos de la historia, acompañando, asistiendo y auxiliando a todo ser humano, aunque muchas evi- dencias y situaciones desoladoras parez- can indicar lo contrario. Así lo señala san Pablo:
¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo? ¿La aflicción? ¿La angustia?
¿La persecución? ¿El hambre? ¿La desnudez? ¿El peligro? ¿La espada? En todo esto vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado (Rm 8,35.37).
2 E. BRUNNER, La esperanza del hombre, Descleé de Brouwer, Bilbao 1973, 13.
1 V. FRANKL, Psicoanálisis y existencialismo. De la psicoterapia a la logoterapia, FCE, México 1978, 111.
  2 23 de enero de 2022
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