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  ANGELUS DOMINICAL Por P. EDUARDO LOZANO
OPINIÓN / [email protected]
impuro al hombre, sino lo que sale de su boca” (Mc 7,15); y aunque el pasaje está referido a la pureza ritual que observaban sus paisanos, bien se aplica a las intencio- nes del corazón, que terminan por dar cauce a tantos males... ¿QUÉ PASARÍA SI en lugar de empeñar tantos esfuerzos en es- pantar a incautos, en culpabilizar a sospe- chosos, en inventar enemigos, en alebrestar a fanáticos, en discutir sin argumentos, nos propusiéramos aplanar caminos, destrabar complicaciones, clarificar intenciones, su- mar esfuerzos, encauzar buenos propósi- tos?... EL USO ADECUADO del cubrebocas ha sido -¡ni dudarlo!- camino adecuado para evitar contagiar y ser contagiados; y aunque es verdad que no es una herramienta eficaz al 100%, sin duda estaríamos peor si can- celamos o banalizamos su uso; y valga comentar que mucho avanzaríamos si también nos ponemos un cubrebocas que evite palabras destructivas y ociosas, pa- labras que destruyen y dividen (en eso tengo mucho qué trabajar)... LOS EXPERTOS DICEN que en estas semanas la mitad de la población se contagiará con la variante llamada “omicrón”; que el dato no sirva para infundir miedo sino para estar atentos a las precauciones, que los hechos no ter- minen por destruir el corazón sino para construir con él, que la enfermedad cor- poral sea ocasión para crecer en salud, no para seguir enfermando la mente y el co- razón... VAYA MI SALUDO -también y con igual cariño y respeto- a quienes están atendiendo y procurando desde su lugar como médicos, enfermeras, laboratoristas, camilleros, anestesiólogos, y todos los de- más implicados en la búsqueda de la salud pública; que el saludo se extienda a quienes nos alegran con buenas noticias y nos animan a la esperanza cierta; y a todos los cibermerolicos y demás ralea afín, senci- llamente sácalos de tu red, bórralos de tus contactos y ponlos en “off ”...
         VAYA AQUÍ MI SALUDO a quienes se han contagiado en la llamada “cuarta ola” de esta pandemia que no deja de asolarnos; y con mi saludo una discreta palabra de aliento y cercanía, pues ya han sido abun- dantes las que se quedan en lo escanda- loso, lo trivial, lo erróneo y hasta en el ridículo... PREFERIMOS OLVIDAR la suge- rencia infame de aquel presidente que para remediar el contagio recomendaba unos tragos de desinfectante o las infundadas afirmaciones de tantos cibermerolicos que ni vale la pena reseñar... DOS EXTREMOS -por igual de peligrosos- hemos de evitar, el primero es aquel que nos apanica exa- gerando los riesgos, las consecuencias, lo difícil y doloroso, y que manipulando nues- tra ignorancia nos lleva a una desconfianza inútil, infundada y tonta... EL OTRO EXTREMO es el exceso de confianza que hunde sus raíces en una actitud soberbia y superficial, que no toma en cuenta las investigaciones científicas y -¡menos!- el sentido común; es el extremo de quienes sintonizan con quienes les endulzan el oído, de quienes afirman que es una enfermedad de ricos o mentirosos, o quienes presumen que con un amuleto ya están libres de todo mal... CAUSA ASOMBRO que teniendo los recursos científicos, tecnológicos, informa- tivos y preventivos para evitar un mayor contagio, sigamos recurriendo a opiniones infundadas, a remedios “populares”, a datos tremendistas, a prácticas supersticiosas, y se llegue a actitudes que rayan en lo ab- surdo sencillamente porque es un testa- rudo el que hace tales afirmaciones... CON CELULAR EN MANO hemos olvidado ser sensatos y atentos; se va escapando el auténtico sentido de observación del en- torno y nos abandonamos en brazos de la recepción de datos -muchos de ellos, fal- sos-; los ojos y oídos se han vuelto ávidos de fatuidades mientras que la inteligencia queda borracha de novedades
apantallantes... HACE TREINTA AÑOS, cuando las computadoras personales se iban po- pularizando, apareció la amenaza de virus informáticos y todo el mundo se llenó de miedo con debida razón: hacían estragos sin que te dieras cuenta y en un tris ya estaba tu “compu” prácticamente inservi- ble; sigue habiendo virus en la red, pero ya hay suficientes vacunas y modos de prevención accesibles a cualquier mortal... DE MODO SEMEJANTE ha sucedido con la raza humana, pues desde que el hombre es hombre se han venido sucediendo in- contables enfermedades que nos han pes- cado distraídos y que al mismo tiempo nos han dejado enseñanzas y experiencias valiosas; y como singular ejemplo me acuerdo del señor Luis Pasteur, que nos enseñó a hervir la leche y el agua para evitar tantos males... COMO NO QUERIENDO se fue dando la conversación, y caíamos en la cuenta que algunos de los mayores males de la humanidad no vienen de en- fermedades como la lepra, el cólera, el sida, la rabia, el sarampión, la viruela, la tuber- culosis, la malaria, el dengue, el paludismo, y otras, sino de la falta de higiene, de la indiferencia, de la marginación, de la po- breza no atendida, de la miseria del corazón humano... VENGA LA PALABRA de Jesús a iluminar este escuálido discurso, y recor- demos lo que enseñaba a sus discípulos: “No es lo que entra en la boca lo que hace
Algunos de los grandes males de la humanidad no vie- nen de las pande- mias, sino del cora- zón humano.
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