Page 2 - Impreso
P. 2

  LA VOZ DEL OBISPO
Por Mons. Luis Manuel Pérez Raygoza
   Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México
LA RESPUESTA DE DIOS A NUESTRA ORACIÓN
El Señor siempre se comunica con nosotros, y lo hace también a través de sus aparentes silencios.
conviene y siempre, en cualquier cir- cunstancia, procederá para nuestro bien, aunque en ocasiones de momento no lo podamos entender.
Por ello conviene recordar lo que Su Santidad Benedicto XVI dijo en la au- diencia general del 8 de febrero del 2012:
Ante las situaciones más difíciles y dolorosas, cuando parece que
Dios no escucha, no debemos temer confiarle a él el peso que
llevamos en nuestro corazón, no debemos tener miedo de gritarle
nuestro sufrimiento; debemos estar convencidos de que Dios está
cerca, aunque en apariencia calle.
L a oración, como encuentro y diálogo con Dios, requiere de la apertura confiada de nuestro corazón a él, así co- mo de la disposición interior paraescuchar y acoger, en la obediencia de la fe, lo que
él desee comunicarnos.
Puede ser que a veces, cuando co-
menzamos el diálogo con Dios, experi- mentemos la sensación de que simplemente hablamos nosotros con nosotros mismos, o más aún, sentir que nos hablamos y nos respondemos noso- tros solos.
Sin embargo, cuando hacemos ora- ción, no somos únicamente nosotros quienes hablamos a Dios, sino que él nos escucha y nos responde, se interesa por nosotros y dialoga con nosotros. El Espíritu Santo nos ayuda a entender y sentir lo que significamos para Dios, nos ilumina para conocer su voluntad, nos llena con su gracia, nos consuela, nos fortalece y nos vivifica.
Pero, ¿cómo hace el Señor para ayu- darnos a entender y experimentar que en verdad nos escucha y nos responde, que no estamos hablando solos? Para este fin, Dios se vale de diversos medios, y uno de ellos, ¡uno de los más impor- tantes!, es su propia palabra consignada por escrito en la Sagradas Escrituras. Por eso es necesario aprender a orar con la palabra de Dios, leyéndola, meditándola, asimilándola y dejándonos transformar por ella.
Pero además, el Señor en ocasiones nos responde y dialoga con nosotros a través de nuestros propios pensamien- tos, sentimientos, recuerdos, alegrías y sufrimientos; a través de las personas, de los acontecimientos (positivos o negati- vos), de los amigos, de los movimientos o impulsos interiores que se suscitan en nosotros, etc. Evidentemente requeri- mos ser muy atentos y “afinar el oído del espíritu” para no confundir nuestras propias percepciones, pensamientos y sentimientos con la voz de Dios; para ello es imprescindible aprender a vivir lo que san Ignacio de Loyola llama “discer- nimiento de espíritus”.
El Señor siempre se comunica con nosotros, y lo hace también a través de sus aparentes silencios. Sin embargo, para escucharlo, es necesario disponerse humildemente mediante la fe y la con- fianza en él, sabiéndonos y sintiéndonos sus hijos.
Además, para escuchar a Dios, se re- quiere tener paciencia, puesto que sus tiempos y sus ritmos son muy diversos a los nuestros, y por eso en algunas oca- siones nos responderá, pero no en el momento de la oración, sino tiempo después, tal vez cuando menos lo imagi- nemos, y lo hará a través de las formas que ya hemos mencionado más arriba.
También es posible que la respuesta de Dios a nuestra oración no siempre sea la que esperamos, pues él, en su amor y sabiduría, sabe lo que nos
  2 31 de octubre de 2021 desdelafemx desdelafe.oficial desdelafe DesdelaFeOficial www.desdelafe.mx












































































   1   2   3   4   5