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21 de julio de 2024 www.desdelafe.mx
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SECCIÓN
FORMACIÓN
“HE OÍDO DECIR –DIJO LA MUJER- que hay
un pecado que no tiene perdón. ¿Cuál es?”.
“El pecado contra el Espíritu Santo –le dije”.
“Creo que lo he cometido”, expresó ella.
A fin de tranquilizarla, abrí el Nuevo
Testamento y leí en voz alta: “‘Yo les ase-
guro que a los hombres se les perdonarán
todos sus pecados y todas sus blasfemias.
Pero el que blasfeme contra el Espíritu
Santo nunca tendrá perdón…’. Jesús dio
esto porque lo acusaban de estar poseído
por un espíritu inmundo”. “¿Lo ve? -gritó
la mujer-. ¡Nunca tendré perdón. He co-
metido también ese pecado!”. “¡Un momen-
to! –grité ahora yo-. “Mire… -le dije-, Jesús
dijo eso porque unos escribas de Jerusalén,
para desacreditarlo, lo acusaban de estar
poseído por Satanás. Tenga usted en cuenta
que practicar la hechicería y demás artes
mágicas era en Israel algo que se pagaba
con la vida. De manera que lo que esos
señores buscaban decirle a la multitud,
aunque con otras palabras, era esto: ‘¡Jesús
debe morir!’”. La mujer hizo gesto de seguir
sin entender.
“Mire, le leeré algo que escribió el padre
Pouget, un varón ciego y profundo cono-
cedor de las Sagradas Escrituras: ‘Sean
malditos aquellos que quieren alejar a Dios
de las gentes sencillas… Éste es el pecado
contra el Espíritu Santo que no será per-
donado’. Aquellos escribas, para apartar al
pueblo de Cristo, decían que expulsaba a
los demonios por medio de Belcebú. El
pecado contra el Espíritu Santo, señora, es
ése: alejar de Cristo a quienes hubieran
podido creer en Él”.
“¡Vaya, menos mal! -dijo ella-, creo que
ese pecado no lo he cometido”. “Me alegro
por usted -le dije-. Y, sin embargo, ¡cuántos
han perdido la fe a causa de los comenta-
rios sarcásticos de un conductor de noti-
cias, o de la malicia de un político. Allí
donde un hombre podía acercarse a Cristo
pero se alejó de Él por la palabra de alguien.
Sea quien fuere, allí se ha cometido un
pecado contra el Espíritu Santo”.
Sacerdote, periodista,
escritor y Rector del Colegio
Mexicano en Roma.
P. JUAN JESÚS
PRIEGO
LETRAS MINÚSCULAS
EL PECADO
IMPERDONABLE