Page 3 - Impreso
P. 3

 domingo 14 de julio de 2024
L’OSSERVATORE ROMANO página 3
 Señor le había dado muchas oportuni- dades de anunciar el Evangelio, Pablo utiliza la imagen de las puertas abier- tas. Así, en relación a su llegada a An- tioquía junto con Bernabé, se dice que «convocaron a los miembros de la Igle- sia y les contaron todo lo que Dios ha- bía hecho con ellos y cómo había abier- to la puerta de la fe a los paganos» (Hch 14,27). Del mismo modo, dirigiéndose a la comunidad de Corinto decía: «mientrastanto, permaneceré en Éfeso hasta Pentecostés, ya que se ha abierto una gran puerta para mi predicación» (1 Co 16,8-9); y escribiendo a los Colo- senses los exhortaba así: «rueguen tam- bién por nosotros, a fin de que Dios nos allane el camino para anunciar el miste- rio de Cristo» (Col 4,3).
Hermanos y hermanas, los dos Apósto- les Pedro y Pablo tuvieron esta expe- riencia de gracia. Ellos, en primera per- sona, experimentaron la obra de Dios, que les abrió las puertas de su prisión interior y también de las prisiones rea- les, donde estuvieron encarcelados a causa del Evangelio. Y, además, abrió ante ellos las puertas de la evangeliza- ción, para que pudieran experimentar la alegría de encontrarse con los herma- nos y hermanas de las comunidades na- cientes y llevar la esperanza del Evan- gelio a todos.Y también nosotros nos preparamos este año para abrir la Puer- ta Santa. Hermanos y hermanas, hoy reciben el palio los arzobispos metro- politanos nombrados durante el último año. En comunión con Pedro y siguien- do el ejemplo de Cristo, puerta de las ovejas (cf. Jn 10, 7), están llamados a ser pastores diligentes que abran las puer- tas del Evangelio y que, con su ministe- rio, ayuden a construir una Iglesia y una sociedad de puertas abiertas. Y quisiera dirigir, con afecto fraterno, mi saludo a la Delegación del Patriarcado ecuménico: gracias por haber venido a manifestar el deseo común de la plena comunión entre nuestras Iglesias. En- vío un cordial saludo a mi hermano, a mi querido hermano Bartolomé.
Que los santos Pedro y Pablo nos ayu- den a abrir la puerta de nuestra vida al Señor Jesús; que intercedan por noso- tros, por la ciudad de Roma y por el mundo entero. Amén.
El Ángelus en la plaza de san Pedro
«Regresen cuanto antes a casa los prisioneros de guerra»
 Un pensamiento para «todas las poblaciones heri- das o amenazadas» por los combates y un llama- miento en favor de los prisioneros de guerra, para que regresen cuanto antes a casa: lo dirigió el Papa Francisco al finalizar el Ángelus del 29 de junio, solemnidad de Pedro y Pablo. Antes de la oración mariana, recitado con los fieles presentes en la pla- za de San Pedro y con los que se conectaron a tra- vés de los medios de comunicación el Papa había comentado el pasaje litúrgico del Evangelio de Mateo (19,19), deteniéndose en las palabras de Jesús: «A ti te daré las llaves del Reino de los cie- los».
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy, Solemnidad de los Santos Apósto- les Pedro y Pablo, en el Evangelio Jesús dice a Simón, por Él llamado Pedro: "A ti te daré las llaves del reino de los cielos" (Mt 16,19). Por eso vemos a menudo a San Pedro representado con dos grandes lla- ves en la mano, como en la estatua de esta plaza. Esas llaves representan el ministe- rio de autoridad que Jesús le confió para servir a toda la Iglesia. Porque la autori- dad es un servicio, y la autoridad que no es servicio es dictadura.
Tengamos cuidado, sin embargo, de com- prender bien el significado de esto. Las llaves de Pedro, en efecto, son las llaves de un Reino, que Jesús no describe como una caja fuerte o una caja blindada, sino con otras imágenes: una semilla pequeña, una perla preciosa, un tesoro escondido, un puñado de levadura (cf Mt 13,1-33), es decir, como algo precioso y rico, sí, pero al mismo tiempo pequeño y poco visible. Para alcanzarlo, por tanto, no es necesa- rio accionar mecanismos y cerrojos de se- guridad, sino cultivar virtudes como la paciencia, la atención, la constancia, la humildad, el servicio. Por eso, la misión que Jesús confía a Pedro no consiste en atrancar las puertas de la casa, dejando entrar sólo a unos pocos invitados selec- tos, sino en ayudar a todos a encontrar el camino de entrada, en fidelidad al Evan- gelio de Jesús. A todos: todos, todos, to-
dos pueden participar. Y Pedro lo hará durante toda su vida, fielmente, hasta su martirio, después de haber experimenta- do por sí mismo, no sin esfuerzo y con muchas caídas, la alegría y la libertad que vienen del encuentro con el Señor. Fue el primero, para abrir la puerta a Jesús, tuvo que convertirse, y entender que la autori- dad es un servicio. Y no fue fácil para él. Piensa que, justo después de decirle a Je- sús: "Tú eres el Cristo", el Maestro tuvo que reprenderle, porque se negaba a aceptar la profecía de su pasión y su muerte en cruz (cf. Mt 16,21-23). Pedro re- cibió las llaves del Reino no porque fuera perfecto -no, es un pecador- sino porque era humilde, honesto y el Padre le había dado una fe franca (cf. Mt 16,17). Por eso, confiando en la misericordia de Dios, pu- do sostener y fortalecer, como se le pedía, también a sus hermanos (cf. Lc 22,32). Hoy podemos preguntarnos: ¿cultivo el deseo de entrar, con la gracia de Dios, en su Reino, y de ser, con su ayuda, su guar- dián acogedor también para los demás? Y para ello, ¿me dejo "pulir", suavizar, mo- delar por Jesús y su Espíritu, el Espíritu que habita en nosotros, en cada uno? Que María, Reina de los Apóstoles, y los santos Pedro y Pablo nos consigan, con
SIGUE EN LA PÁGINA 4
 





















































































   1   2   3   4   5