La Coronación Pontificia de la Virgen de Guadalupe.
La fotografía más antigua de la Virgen de Guadalupe la tomó Manuel Buen Abad, de acuerdo con las instrucciones del Arzobispo de México, Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos, quien autorizó que se retratara el lienzo sin el cristal. Con la venta de estas fotografías se obtuvieron recursos para la coronación de la Virgen de Guadalupe, decretada por León XIII para 1895, así como para acondicionar la Colegiata.
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Es una tarjeta postal que se conoce gracias a que la pegaron en la primera página de un libro “Historia de la aparición de la Santísima Virgen de Guadalupe en México”, escrito por el jesuita Esteban Anticoli y que se publicó en 1897.
A partir de esta fecha, más personas pudieron conocer a la Virgen Morena que la veneraban desde hacía años, a través de la información de los misioneros.
La histórica coronación tuvo lugar el 12 de octubre de 1895, pero antes de esta fecha, Lorenzo Boturini ya había pensado en la coronación desde que llegó a México en 1735, y en ello, invirtió su fortuna al adquirir para coleccionar toda clase de pruebas e informaciones sobre el acontecimiento guadalupano.
Para la realización de la corona pontificia se hizo un concurso que ganaron Rómulo Escudero y Pérez Gallardo, y Salomé Piña; la realización se hizo en París, Francia, con el orfebre Edgar Morgan. Era una corona de plata de corte imperial, de 62 centímetros de alto y 59 de circunferencia. Incluía los escudos de 22 diócesis y de las tres arquidiócesis existentes en México, así como el escudo pontificio y el de la Ciudad de México.
Como un símbolo de unidad continental se escogió la fecha del 12 de octubre de 1895, al medio día, y a la ceremonia asistieron los obispos del país y otros más que a los que invitaron; el cuerpo diplomático, y personalidades del gobierno.
Como parte de la ceremonia, los obispos pusieron sus mitras y báculos a los pies de la Virgen de Guadalupe, en señal de sumisión.
Desde entonces, la Virgen de Guadalupe ha recibido otras coronas, entre ellas, las de San Juan Pablo II, el 27 de enero de 1979, y otra más del Papa Francisco. Paulo VI le había enviado, una rosa de oro, el 20 de marzo de 1966.
Gracias a José Vasconcelos se saben detalles de esta coronación, ya que los escribió en su libro Ulises Criollo, donde textualmente dice: “el pueblo todo se aprestaba para la fiesta de la Virgen de Guadalupe en el cuarto centenario de su aparición”. Iba a ser coronada de diamantes y rubíes. La magnífica joya labrada en Francia, toda de oro y gemas valiosas, estaba ya dispuesta. Cada uno de los creyentes había contribuido con unos cuantos centavos, depositados en el cepo de cada iglesia del país. Prohibida por la ley toda manifestación externa, había, sin embargo, bastante tolerancia para no impedir que las familias, a su antojo, decoraran las fachadas, iluminaran balcones y azoteas. Con anticipación a la gran solemnidad nos dedicamos en casa a pegar papel de china en banderolas y farolillos. Con ramas de pino tejíamos guirnaldas que, enfloradas, se colgaban en los dinteles. En el barandal del balcón pusimos una tela tricolor con la estampa de la guadalupana en marco dorado…. A las doce, las campanas a vuelo y el clamor de los fieles glorificaban el instante en que el arzobispo en la Basílica de Guadalupe descorría el velo sobre la imagen coronada: “Reina de los mexicanos”.”
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