“La muerte de su cónyuge les ha llevado a reconocer una llamada particular del Señor y a responderle consagrándose a él por amor y con amor”. Con estas palabras el Papa Francisco daba inicio a su discurso ante 60 viudas, participantes al “Congreso Internacional para las Viudas Consagradas” reunidas en la Sala del Consistorio en el Vaticano.
Tras grandes desafíos, fructíferas conversiones
“La viudez – ha asegurado el Papa – es una experiencia particularmente difícil”, pero hay quienes muestran de saber “cómo verter sus energías con aún más dedicación a sus hijos y nietos, encontrando en esta expresión de amor una nueva misión educativa”.
Un discurso en el que también ha expresado que “a veces la vida presenta grandes desafíos” y por medio de ellos el Señor nos invita a nuevas conversiones, las cuales – ha dicho Francisco – “permiten que su gracia se manifieste mejor en nuestra existencia” bajo el objetivo de “hacernos partícipes de su santidad”.
La consagración nos recuerda el amor misericordioso de Dios
El Pontífice, por otra parte, ha asegurado que estas mujeres con su consagración en la viudez “confirman que es posible vivir los consejos evangélicos” ejerciendo las responsabilidades familiares, profesionales y sociales, pues la consagración – ha puntualizado – “es un regalo que el Señor le da a su Iglesia para recordar a todos los bautizados que el poder de su amor misericordioso es un camino de vida y santidad, que nos permite superar las pruebas y renacer a la esperanza y a la alegría del Evangelio”.
En este contexto, el Papa les ha expresado que unidas a Jesucristo, “son levadura en la masa de este mundo, luz para aquellos que caminan en la oscuridad y en la sombra de la muerte” y les ha animado a “dar testimonio de este amor de Dios” que es para cada hombre “una llamada a reconocer la belleza y la alegría de ser amado por Él”.
Camino hacia los jóvenes y los pobres
Por último, el Santo Padre Francisco les ha animado a utilizar la experiencia de su propia debilidad para cuidar y ser cercanas a los jóvenes y a los pobres y mostrarles de este modo “la ternura de Dios y su amor cercano”. Sin olvidarse de animarles también a vivir su consagración en la vida diaria con sencillez y humildad, pidiendo al Espíritu Santo que les ayude a declarar, dentro de la Iglesia y el mundo que “Dios puede actuar en cualquier circunstancia, incluso en medio de fracasos aparentes” y que “quien se entrega a Dios por amor, sin duda será fructífero”.
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