“No hay otros objetivos en este Acuerdo -explica el P. Spadaro-, los desafíos fundamentales son de carácter pastoral; hoy es necesario proclamar el Evangelio y probablemente, este Acuerdo será también un signo, un signo de esperanza, un signo de paz en un mundo en el que se siguen construyendo muros, sobre todo entre Occidente y Oriente”.
P. – Padre Antonio Spadaro, ¿qué cambia para la Iglesia china con la firma del Acuerdo entre la Santa Sede y el gobierno de Pekín?
R. – Con este Acuerdo ya no existen aquellas dificultades que habían mantenido a la Iglesia dividida entre dos comunidades. A este punto, no hay obstáculos para la comunión de la Iglesia en su totalidad en China y en su relación con el Santo Padre. Éste es el objetivo logrado con este Acuerdo provisorio. Al mismo tiempo, se completa un largo proceso, iniciado por Juan Pablo II, de legalización, es decir, de readmisión a la comunión con el Papa de obispos que fueron ordenados ilegalmente, ilícitamente, es decir ordenados por el gobierno sin el mandato pontificio. Ya desde el año 2000 hasta hoy, hay unos 40 obispos legitimados, Francisco ha completado esta obra. Sin duda, será también un paso importante también para la misión del Evangelio. La Iglesia, no más dividida, podrá ser más libre, viviendo un proceso de reconciliación, de anunciar el Evangelio, que es lo más importante.
P. – ¿Qué se puede encontrar en este Acuerdo Provisorio como raíz de la Carta que Benedicto XVI escribió a los católicos chinos en el 2007?
R. – Benedicto XVI tenía una idea muy, muy clara: había que encontrar una manera de establecer una confianza entre el gobierno chino, las autoridades chinas y la Santa Sede. Y la confianza abriría espacios de diálogo y poco a poco llegaríamos al punto al que hemos llegado hoy. Por lo tanto, yo diría que Francisco ha hecho realidad los deseos profundos escritos por Benedicto XVI en ese documento tan importante.
P. – ¿Qué consecuencias puede tener la firma de este Acuerdo provisional para las Iglesias asiáticas, donde los católicos son casi siempre minoría?
R. – Asia es el continente del futuro. Hay muchos católicos en Asia: a veces son comunidades pequeñas, en algunos países son extremadamente dinámicas. Comunidades que podríamos definir como “cero coma”: pequeñas, pero extremadamente fuertes; semillas de un futuro. China tiene una enorme necesidad espiritual: la está expresando. Las conversiones al cristianismo alcanzan porcentajes muy altos. Generalmente son conversiones al protestantismo, porque las comunidades protestantes no tienen lazos particulares, dificultades con el gobierno y, por lo tanto, están más lanzadas a la misión. La Iglesia Católica hoy está llamada a responder a este gran deseo de Evangelio.
P. – Hemos hablado de un pasado largo y doloroso; estamos hablando de un nuevo presente, que comienza bajo los mejores auspicios; tratando de imaginar el futuro, ¿qué se puede decir?
R. – El futuro consiste en predicar el Evangelio. No hay otros objetivos en este Acuerdo. Sin embargo, hay una dimensión pastoral que, evidentemente, lleva dentro de sí semillas del futuro. Así que también debemos entender lo que esto significa para la Iglesia universal. Por ejemplo, Benedicto XVI en su introducción al volumen “La luz del mundo”, publicado en la edición china, expresaba el deseo de un cristianismo chino, es decir, plenamente cristiano y plenamente chino. ¿Qué significará esto en términos de teología, de reflexión, considerando la gran cultura de este país al cual el Papa Francisco se ha dirigido muchas veces, definiéndose “admirado” por esta sabiduría? Repito, los retos fundamentales son los retos de carácter pastoral; hoy es necesario proclamar el Evangelio y probablemente, este Acuerdo será también un signo, un signo de esperanza, un signo de paz en un mundo en el que se siguen construyendo muros, especialmente entre Occidente y Oriente.
Leer: Diálogo con China: más plenamente católicos y auténticamente chinos
P. – La firma de este Acuerdo Provisorio coincidió con la primera etapa del viaje del Papa Francisco a los Países Bálticos, en Lituania. Hablando a las autoridades y a los jóvenes, el Papa dijo que es importante preservar el alma y redescubrir las raíces de un pueblo. ¿Se puede decir que este mensaje puede valer también a los católicos en China?
R. – El mensaje de Francisco aquí en Lituania es ciertamente válido para todos los católicos, incluidos los católicos chinos. Cuando el Papa aquí en Vilna habló de raíces, también habló de acogida y de apertura. Es decir, fundamentalmente hay que recuperar las raíces no tanto para aferrarse a las raíces sin que éstas den fruto: las raíces son raíces de árboles que dan fruto. Y el Papa dijo con gran claridad, aterrizando en Vilna, que este país es un país que, fuerte en sus raíces, ha sido capaz de acoger a personas de diferentes nacionalidades, de diferentes lenguas, de diferentes religiones. Éste es el futuro.
P. – La Compañía de Jesús en China tiene una historia muy larga que comenzó hace varios siglos – hace 500 años – con el padre Matteo Ricci. La firma de este Acuerdo, ¿qué significado tiene también para los Jesuitas?
R. – Para nosotros los Jesuitas este Acuerdo significa mucho porque decimos que en el corazón de cada Jesuita está China. Matteo Ricci era un hombre formado en la cultura renacentista y, absorbiendo la cultura europea, decidió ir a China y esto – precisamente su formación- le permitió dialogar con la cultura de este gran país: se enamoró de ella, la absorbió. Y los Jesuitas después de él elaboraron, aprendieron esta cultura, incluso el confucianismo, y la transmitieron a Europa. Es decir, de alguna manera, han llevado a cabo la sinización a Europa.
Impresiona ver cómo la evangelización, para estos primeros Jesuitas, pase por un profundo amor por la cultura de un pueblo. Por lo tanto, no existe ningún deseo de evangelización integral o casi de misión cultural, sino que está el deseo de conocer a un pueblo y sus ideas. También me impresionó mucho que el Global Times, que es un periódico oficial chino, el mismo día del Acuerdo firmado entre China y Santa Sede, haya definido al Papa Francisco como “el primer Papa Jesuita” y lo vinculara directamente a Matteo Ricci diciendo que este hombre, como su predecesor, tenía una relación y tiene una relación muy flexible y dinámica para la evangelización, capaz de amar a su pueblo. Esto me impresionó porque éste es exactamente el significado del Acuerdo: construir confianza, amar a un pueblo.
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