El Papa Francisco salió a la defensa de los templos y los bienes culturales de la Iglesia al asegurar que estos son testigos de la fe de la comunidad que los ha producido a lo largo de siglos y, por este motivo, son instrumentos de evangelización.
El Santo Padre abordó este tema en su mensaje a los participantes del Congreso “¿Dios ya no vive aquí?”, celebrado en la Pontificia Universidad Gregoriana en Roma, para analizar la cesión y reutilización eclesial de los lugares de culto y la gestión de los bienes culturales eclesiásticos.
Tras recordar que el Papa Juan Pablo II enseñaba que los bienes culturales tienen una capacidad para ayudar a las personas a percibir más claramente los valores del espíritu, Francisco dejó en claro que estos son testigos de la fe de la comunidad que los ha producido a lo largo de los siglos y, por este motivo, son a su manera instrumentos de evangelización.
Y cuando ya no se usan en la vida ordinaria del Pueblo de Dios –señaló el Pontífice– pueden conservarse “a través de una adecuada exposición museística, que no los considere sólo documentos de la historia del arte, sino que les devuelva casi una nueva vida para que puedan continuar desempeñando una misión eclesial”.
¿Y los templos?
Al referirse a que muchas iglesias, sobre todo en Europa, ya no son necesarias debido a la falta de fieles y del clero, o a una distribución diferente de la población en las ciudades y en las áreas rurales, el Papa aseguró que esto debe ser visto por la Iglesia “como un signo de los tiempos que nos invita a la reflexión y nos obliga a adaptarnos”.
Sin embargo –aseveró– la cesión no debe ser la primera y única solución en la que pensar, ni jamás debe llevarse a cabo con escándalo de fieles. “En el caso de que fuera necesario, debería incluirse a tiempo en la programación pastoral ordinaria, ir precedida de una información adecuada y ser lo más posible compartida”.
Consideró que la construcción de una iglesia o su nuevo destino no son operaciones que pueden tratarse solamente desde un punto de vista técnico o económico, sino que deben evaluarse según el espíritu de profecía: “a través de ellas pasa el testimonio de la fe de la Iglesia, que recibe y valoriza la presencia de su Señor en la historia”.
En todo caso –concluyó– las decisiones concretas y últimas corresponden a los obispos, quienes deben asegurarse que éstas sean el resultado de una reflexión llevada a cabo dentro de la comunidad cristiana y en diálogo con la comunidad civil.
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