No olvidar la humilde fidelidad cotidiana al ministerio que el Señor permite vivir a la gran mayoría de aquellos que ha dado a su Iglesia como sacerdotes. Es la exhortación que el Papa dirigió en su discurso a los sacerdotes de la diócesis de Créteil, a quienes recibió en audiencia esta mañana en la Sala Clementina, en un contexto en el que Francisco recordó que la “barca de la Iglesia está embestida por vientos contrarios y violentos, a causa especialmente de las graves culpas cometidas por algunos de sus miembros”.
Testimoniar la fuerza de la Resurrección
Aludiendo a la llamada del Señor el Pontífice les dijo: “No hemos sido consagrados mediante el don del Espíritu para ser ‘súper héroes’. Sino que hemos sido invitados con la conciencia de ser hombres perdonados, para convertirnos en pastores según el estilo de Jesús, herido, muerto y resucitado”. Y destacó que la misión de los ministros de la Iglesia es hoy como ayer, la de “testimoniar la fuerza de la Resurrección en las heridas de este mundo”.
Es así como los consagrados – recordó el Pontífice – ayudan a los discípulos de Jesucristo a responder a su vocación bautismal.
Mirar las heridas de la Iglesia
El Obispo de Roma instó a estos sacerdotes, acompañados por el Obispo Monseñor Michel Santier, a reflexionar acerca de la revisión de la organización de su diócesis:
“No tengan miedo – les dijo – de mirar las heridas de nuestra Iglesia, no para quejarse, sino para llegar hasta Jesucristo”. Sí porque como añadió Francisco, sólo Él puede curarnos permitiéndonos volver a partir desde Él y encontrar con Él y en Él, los medios “concretos para proponer su vida a todos, en un contexto de pobreza y de carencia”.
Ser ejemplo para la llamada al sacerdocio
El Santo Padre les dijo asimismo a estos presbíteros que a través de su modo de vivir el ministerio permitirán a los jóvenes acoger la llamada del Señor al sacerdocio o a la vida consagrada. Por esta razón – añadió – “los animo a tener su mirada fija en Jesucristo y a cultivar la relación especial que los une a Él, mediante la oración personal, la escucha de su Palabra, la celebración de los Sacramentos y el servicio a los hermanos”.
La vida consagrada como fuente de alegría
En fin, el Papa Francisco los invitó a tomar de la fuente de la gracia de su llamada con la fuerza del Espíritu Santo para ser testigos de la esperanza que no decepciona. “A pesar de las dificultades y de la fatiga de cada día; manifestarán, a través de su vida cotidiana, e incluso en la experiencia de sus fragilidades, que el don de la vida al servicio del Evangelio y de los hermanos es fuente de una alegría que nadie nos puede quitar”.
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