San Rafael Guízar y Valencia fue el V obispo de Xalapa, Veracruz y un gran personaje que le tocó vivir la Guerra Cristera (1926-1929), manteniendo de manera clandestina su seminario diocesano, pues él decía: un obispo puede permanecer sin su báculo, sin su cruz pectoral y sin anillo, pero jamás sin su seminario.
Él fue el primer obispo de América en ser canonizado, convirtiéndose en ejemplo e inspiración para todas las conferencias episcopales del continente. Su beatificación tuvo lugar en 1995 por el Papa San Juan Pablo II, y fue canonizado en Roma por Benedicto XVI en 2002.
Rafael Guízar nació en Cotija, Michoacán, el 26 de abril de 1978. Tuvo 10 hermanos, uno de los cuales, Antonio, fue obispo y Arzobispo de Chihuahua.
Sus primeros estudios los hizo en la escuela parroquial y luego en un colegio jesuita. Pasó al seminario de Zamora en 1894 y en junio de 1901 fue ordenado sacerdote, y tuvo la dicha de acompañar al obispo de Zamora, José María Cázares a sus visitas parroquiales en esta diócesis.
Al estallar la Revolución Mexicana en 1910, se disfrazó de varios oficios para poder ejercer su ministerio. Durante la Decena Trágica estuvo en el campo de batalla en la Ciudadela ayudando a bien morir a los heridos a riesgo de su propia vida.
Entre 1913 y 1919 sufrió varios destierros a causa de la persecución religiosa en México, durante los gobiernos de Venustiano Carranza y de Álvaro Obregón; así que estuvo en Cuba, Guatemala, Colombia y en el sur de los Estados Unidos.
Su estancia en Cuba, en 1917, fue especialmente relevante. Llegó invitado por su hermana María de Jesús Guízar quien era religiosa teresiana y vivía en la provincia de Camagüey, donde el obispo local le encargó misionar en las zonas rurales. Allá se hizo llamar Rafael Ruiz para evitar ser identificado por sus perseguidores, y fue durante su estancia en la isla cuando fue preconizado como V Obispo de Veracruz-Xalapa, por el Papa Benedicto XV. En la iglesia de San Felipe Neri de La Habana recibió la consagración episcopal y tomó posesión de su diócesis el 9 de enero de 1920.
Afectado por varias enfermedades, Rafael Guizar falleció el 6 de junio de 1938 en la Ciudad de México y su cuerpo fue trasladado a Xalapa donde fue sepultado. Al ser exhumado en 1959 se descubrió que se cuerpo permanecía incorrupto.
Su biografía titulada Ángel sin ojos, fue escrita por Carlos Loret de Mola Mediz con prólogo de José Vasconcelos, quien consideró a este libro como una joya de la literatura mexicana.
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