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Jubileo de la esperanza: Guardianes de vida

En el corazón de Roma, bajo el manto del Jubileo 2025, se ha tejido una comunión de fe y solidaridad que trasciende las murallas vaticanas y es así que el pasado 23 de octubre, el Papa León XIV recibió en audiencia a los miembros de la Orden Ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén, en un encuentro que fue un llamado a la acción. Este Jubileo, enmarcado en el Año Santo de la Esperanza, reunió a 3,700
caballeros y damas de todo el orbe en la Aula Pablo VI.

La importancia de la peregrinación celebrada del 21 al 23 de radica en su esencia transformadora; se revela como un éxodo interior hacia las raíces de la fe.

En un mundo tan volátil hoy la esperanza y la fe deberían emerger como fuerzas transformadoras capaces de desarmar el ciclo del rencor; no como creencias abstractas sino como un testimonio vivo que desafía la narrativa del odio y del resentimiento.

La importancia de la Orden Ecuestre del Santo Sepulcro en el mundo contemporáneo es innegable, con más de 30,000 miembros en 70 países, esta institución se erige como puente vivo. Su misión primordial no es filantropía abstracta, sino un testimonio de solidaridad cristiana. En un planeta fracturado por
nacionalismos y odios sectarios, las damas y caballeros del Santo Sepulcro nos recuerdan la importancia de la fe, la solidaridad y el amor al prójimo.

Los principios que guían a la Orden son el alma de su vigor: disciplina, generosidad y valor, como bien lo diría el Cardenal Fernando Filoni, Gran Maestre de la Orden: “Empezar de cero y con esperanza. Esta es precisamente la virtud que más debe acompañarnos, a los Caballeros y Damas de la Orden del Santo Sepulcro y a todos los cristianos, durante este Año Santo”. Estas palabras, pronunciadas en el contexto del Jubileo nos hacen un llamado a no olvidar que la esperanza no es solo optimismo, sino fe que reescribe destinos.

El Papa León XIV, en su audiencia, elevó este llamado retomando la custodia del Santo Sepulcro, exclamó: “Hoy la Iglesia vuelve a confiarles la tarea de ser guardianes del Sepulcro de Cristo. Háganlo con la confianza de la espera, con el celo de la caridad, con el impulso gozoso de la esperanza”. No se trata de preservar “un patrimonio histórico, arqueológico o artístico”, sino de nutrir “una Iglesia hecha de piedras vivas”.

El Pontífice delineó tres dimensiones de la esperanza: la espera confiada, que renueva la fe en un Dios invencible; el rostro del servicio, encarnado en actos de caridad que transforman tragedias en signos de esperanza; y el impulso gozoso, que nos llama hacia la eternidad como Pedro y Juan corriendo al sepulcro vacío.

En tiempos donde el odio se ha convertido en una constante, la Orden nos convoca a peregrinar con los pies en el polvo y el corazón en el cielo, custodiar no tumbas, sino la vida misma.

Simón Vargas Aguilar

Consultor en temas de seguridad, justicia, política, religión y educación.

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