He conocido el caso de un adolescente, servidor de una parroquia, que inició su servicio como monaguillo después de haber hecho su Primera Comunión. Luego de años de servicio al altar, ingresó a un grupo de jóvenes donde se desempeñó como catequista. Sin embargo un día llegó con su párroco para decirle que quería que su nombre fuera borrado del libro de bautismos porque había decidido abandonar la fe católica.
Su cambio fue sorprendente para el sacerdote y miembros de la parroquia; nunca ocurrió nada particular dentro de su grupo juvenil o en la comunidad que lo hubiera motivado a renunciar al cristianismo. Fue su ingreso al mundo universitario y su contacto con las ideologías penetradas en el ámbito académico lo que motivó su cambio de mentalidad para transformarlo en un joven jenízaro de nuestros tiempos.
Los jenízaros –significa nuevos soldados– fueron el cuerpo militar al servicio del sultán, fundado en el siglo XIV durante el Imperio Otomano. Eran jóvenes cristianos que habían sido hechos prisioneros de guerra y después pasaron a ser miembros del ejército otomano permanente. Más tarde, uno de los sultanes incrementó este ejército imponiendo un impuesto humano: el reclutamiento de niños cristianos, entre siete y catorce años de edad, originarios de las regiones rurales de los Balcanes –lo que es hoy Bosnia-Herzegovina, Albania, Bulgaria, Croacia, Eslovenia y otros países–, seleccionados para ser adiestrados en el área militar.
En un artículo de Crisis Magazine titulado “Defensores de la fe y la familia”, William Kilpatrick explica que el reclutamiento de jenízaros era un aspecto de la guerra particularmente cruel. Se trataba de una guerra psicológica. A los niños y jóvenes reclutados en el ejército otomano se les adiestraba para volverlos contra sus propios padres. Citado por Kilpatrick, Raymond Ibrahim en su libro The defenders of the West –Los defensores de Occidente– explica:
Luego, estos niños fueron llevados al corazón de los otomanos, convertidos por la fuerza al islam, adoctrinados en las enseñanzas de la jihad (decreto de guerra religiosa), entrenados para ser, y recompensados por ser, guerreros por excelencia, y luego liberados con sus antiguos parientes cristianos, perpetuando así el ciclo de conquista, esclavización y conversión, siempre para la ganancia demográfica del Islam y la pérdida demográfica de la cristiandad.
Kilpatrick señala también que en nuestros tiempos modernos, ejemplo de jenízaros fueron las Juventudes Hitlerianas para desarrollar en los jóvenes alemanes la obediencia a la ideología nazi. También el Movimiento de Pioneros en la URSS, que agrupaba a los jóvenes para adoctrinarlos en el socialismo; los niños entraban en esta organización al comenzar la escuela primaria y continuaban hasta la adolescencia, y después podían ingresar en la juventud del partido. La meta era inculcar a los jóvenes creencias y valores opuestos a los de sus padres. Los niños que traicionaban sus valores cristianos heredados de su familia -dice- eran presentados como modelos a imitar por otros jóvenes. El Movimiento de Pioneros no ha desaparecido; sigue activo en países como Angola, China, Corea del Norte, Cuba, Perú, Portugal, República Checa, Venezuela y Vitenam.
Hoy muchos adolescentes y jóvenes acusan a sus padres de ser homofóbicos o transfóbicos. Muchas chicas están convencidas del feminismo y defienden el aborto como un derecho. Ellos están siendo adoctrinados por la ideología de género, presente en el sistema educativo desde kindergarten hasta universidad, para creer que las relaciones homosexuales son normales y que deben de ser aceptadas, para poder vestir como el sexo contrario y para poder elegir libremente el género que deseen. El objetivo es crear “un hombre nuevo” con un
sistema educativo único, socialista, controlado por el Estado, en el que los padres de familia no tengan derecho a intervenir.
Afortunadamente surgieron cristianos como Skanderbeg, héroe en Albania, que había sido separado de sus padres como jenízaro para integrarse como miembro del ejército otomano. Nunca olvidó sus raíces cristianas e inició la lucha para recuperar el cristianismo albanés.
El sistema de jenízaros es sumamente actual. A nuestros hijos los está reclutando la ideología de género para volverlos contra sus padres y contra la Iglesia. Los padres de familia que sepan crear una atmósfera cristiana-católica en su hogar; los que sepan transmitir la fe a sus hijos y les alerten contra los enemigos de Cristo, con la gracia de Dios podrán impedir este adoctrinamiento de sus hijos en la mentira, y sembrar en ellos el amor de Dios, a la verdad de su naturaleza y a sus raíces. Así podrán surgir nuevos Skanderbeg en los años venideros que ayuden a reavivar nuestra identidad católica.
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