Como cristianos, a veces nos sentimos alejados de Dios por nuestras acciones, palabras y pensamientos. Es en esos momentos cuando nos surge la necesidad de reencontrarnos con nuestro Padre Misericordioso y obtener su perdón. Una forma de hacerlo es a través del Sacramento de la Penitencia, Confesión o Reconciliación, que nos permite volver a la comunión con Dios y los hermanos.
Confesarnos es el Sacramento que nos devuelve la gracia que por nuestros habíamos perdido, además es algo muy especial por el sentimiento de bienestar espiritual que nos proporciona. Pero, ¿cómo es que el sacerdote, con el que nos confesamos, determina la penitencia que nos deja para el perdón de los pecados? ¡Aquí te lo compartimos!
La gracia de Dios en su infinita misericordia la podemos sentir cuando nos acercamos a Él a través del sacerdote en el Sacramento de la Confesión.
El Sacramento es uno sólo, pero lo denominamos de tres maneras diferentes: Penitencia, Confesión o Reconciliación.
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El Sacramento es uno sólo, pero lo denominamos de tres maneras diferentes: Penitencia, Confesión o Reconciliación.
Lo primero para una buena y verdadera Confesión es la expresión verbal de las faltas ante el ministro cualificado de la Iglesia, el sacerdote, para que, en nombre de ella, pero sobre todo en nombre de los méritos de Cristo, nos pueda absolver de nuestros pecados.
Habiendo confesado las faltas, con un corazón contrito y el propósito de enmienda, aconsejado por el confesor, se da la absolución de las fallas cometidas y se refuerza con la gracia del espíritu, en la lucha contra lo malo y esfuerzo por hacer lo bueno, lo que agrada a Dios y beneficia a mis hermanos.
La Penitencia (cumplir la penitencia impuesta) viene como consecuencia de buscar reparar el mal provocado por el penitente y finalmente: la Reconciliación con Dios y con los hermanos. Aunque estas tres acciones sean un único sacramento. Por ello, el Padre Martín Muñoz, sacerdote de la Arquidiócesis de México, nos habla en entrevista para Desde la Fe, de la importancia de estos dos sacramentos para restablecer la paz interior e iniciar una vida nueva.
Padre Martín Muñoz: “Porque fue voluntad del Señor Jesús, encargar a sus discípulos esta acción: “Como el Padre me envió, yo también los envío… Reciban el Espíritu Santo. A quienes les perdonen los pecados, Dios se los perdonará; y a quienes se los retengan, Dios se los retendrá” (Jn 20, 21-22)
Humanamente hablando, el perdón lo ofrece un discípulo de la Iglesia, quien, en representación de ella, perdona los pecados, es más difícil ir de hermano en hermano, buscando el perdón. El ministro El ministro en el nombre de Cristo Jesús da el perdón, porque, sabemos que un cristiano no puede mantenerse en la obstinación del no perdón para con los demás, de acuerdo a la petición del Señor: “Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces? «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete»” (Mt 18, 22).
En representación de Dios que perdona nuestras faltas cuando nos arrepentimos y buscamos un cambio de vida, y haciendo realidad la misericordia de Cristo de que se deben perdonar todos los pecados, el sacerdote, ofrece y da el perdón al pecador para que viva una nueva vida”.
Padre Martín Muñoz: “Lo que busca el sacramento de la Penitencia es imbuirnos en la experiencia de la Pascua de Jesús, es decir, dar el paso de la muerte para llegar a la vida. Esto requiere abandonar las experiencias y vivencias que no nos dejan actuar como hijos de Dios para de esta manera acceder a la vida nueva, la vida de la gracia que habíamos perdido. A través de la conversión (A través del sacramento), Dios nos da su gracia que nos ilumina para comprender que lo que estamos realizando no es lo adecuado, que esto nos aleja de Dios y de nuestros hermanos. Darse cuenta de esto se le conoce como conciencia de pecado. Dios está más allá del pecado, Él está dispuesto a ayudarnos a transformar nuestra vida. Por ello, el proceso de conversión consiste en empeñarnos en hacer cosas buenas que Dios nos pide”.
Padre Martín Muñoz: “Los sacerdotes a través del sacramento de la Confesión somos testigos del inmenso amor y misericordia de Dios, porque el que perdona es Él. La Penitencia no tiene otra cosa que hacer presente a Cristo Jesús, quién reconociendo las debilidades del hermano, orienta y dirige para invitar a tomar una actitud totalmente nueva”.
Padre Martín Muñoz: “El Papa Juan Pablo II cuando se preparaba el Jubileo del año 2000, pidió a los sacerdotes que realizaban el sacramento de la Confesión el conducir a las personas a la experiencia de resucitar. Es decir, ser un hombre o mujer nuevos que necesitan estar en la presencia de Dios y en fraternidad con los hermanos”.
Padre Martín Muñoz: “Desde luego que sí, en la medida de lo posible para que las cosas mejoren. Es importante que la persona medite si lo que va a hacer para reparar el daño va a mejorar las cosas u ocasionar un daño mayor. Se debe reflexionar (discernir en el Espíritu del Señor) antes de actuar”.
Padre Martín Muñoz: “Para imponer la penitencia a una persona que se confiesa se toma en cuenta su situación personal, la gravedad y naturaleza de los pecados”.
Padre Martín Muñoz: “No todos los pecados son los mismos, no todas las circunstancias son las mismas. Se solicita lo que convenga al pecador que se confiesa y a la situación de vida que tiene la persona y que dé testimonio de que hay deseo de cambiar. La Penitencia es una gracia del Señor, es el momento en el que la misericordia divina se derrama sobre nosotros, nos acerca a Dios y nos permite vivir de una manera nueva, hombres y mujeres nuevos”.
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