La voz del Obispo

Una insistencia del Papa: “Alaben a Dios por todas sus criaturas”

Recientemente, el Santo Padre, el Papa Francisco, nos ha regalado dos exhortaciones apostólicas, la primera en continuación con su carta encíclica Laudato sí: Laudate Deum, y la segunda en el 150º aniversario del nacimiento de Santa Teresita del Niño Jesús y de la Santa Faz: C’est la confiance; quisiera compartir algunas reflexiones a partir de la invitación que Su Santidad hace de manera muy directa en su Magisterio, para ello necesitaremos un poco de tiempo.

En este artículo quisiera referirme a “Laudate Deum”, particularmente porque me llama la atención el juicio que se hace sobre este aspecto de la enseñanza del Sumo Pontífice. El tema del medioambiente y su cuidado no es algo tangencial o incidental, es parte de una forma de vida para el ser humano que tiene implicaciones sociales, morales; y por qué no decirlo, también sobrenaturales.

Quisiera mirar el documento de la última parte a la primera, ya que en esta sección aparecen las motivaciones espirituales, eso me parece clave, pues de nuestra fe brotan una serie de motivaciones que vale la pena recordar -dice el Papa- junto a los miembros de otras religiones: “La fe auténtica no sólo da fuerzas al corazón humano, sino que transforma la vida entera, transfigura los propios objetivos, ilumina la relación con los demás y los lazos con todo lo creado”. Este es el punto, nuestra fe nos lleva a mirar todos los ámbitos de nuestra vida, la relación con la Creación está marcada por nuestra condición de hombres y mujeres religiosos, no puede ser de otra manera.

Ahora bien, hay muchos elementos dados en la revelación que nos permiten descubrir cuál es el plan de Dios, donde nosotros encontramos plenitud y felicidad para nosotros y para todo lo creado, con una clave muy sencilla, dada la inteligencia con la que los seres humanos hemos sido dotados: respetar las leyes de la naturaleza y los delicados equilibrios entre los seres de este mundo.

La riqueza y variedad de la naturaleza nos hablan de la riqueza inagotable de su Creador; la mirada del Señor Jesús a todos esos aspectos de su entorno apreciados e incluso aplicados a realidades trascendentes, nos permiten apreciar su especial sensibilidad para con el medioambiente en donde descubre un mensaje divino. Y por supuesto, la Resurrección de Jesucristo ha transformado no solo a la naturaleza humana, sino toda la Creación.

Un aspecto que el Papa presenta en su documento es la unidad que poseemos todos los integrantes de la Creación, y cómo todo lo que provoque ruptura a esta unidad viene en detrimento para alcanzar su meta.

De esta manera “la cosmovisión judeocristiana defiende el valor peculiar y central del ser humano en medio del concierto maravilloso de todos los seres, pero hoy nos vemos obligados a reconocer que sólo es posible sostener un “antropocentrismo situado”. Es decir, reconocer que la vida humana es incomprensible e insostenible sin las demás criaturas, porque ‘todos los seres del universo estamos unidos por lazos invisibles y conformamos una especie de familia universal, una sublime comunión que nos mueve a un respeto sagrado, cariñoso y humilde’”.

De aquí que el Papa Francisco hace una sencilla pero sincera invitación a “acompañar un camino de reconciliación” con el mundo que habitamos, a embellecerlo con nuestra aportación, ya que ese esfuerzo habla de la dignidad personal y de los valores más altos. Sin despreciar los esfuerzos individuales, reconoce que las soluciones más efectivas se darán ante grandes decisiones en la política nacional e internacional. E insiste que es muy importante algo menos cuantitativo: “No hay cambios duraderos sin cambios culturales, sin una maduración en la forma de vida y en las convicciones de las sociedades, y no hay cambios culturales sin cambios en las personas”.

Todo esto debe hacernos sentido, la exhortación del Papa Francisco es una voz insistente, de búsqueda incansable por ser oída, hace un recuento de los últimos ocho años, el tiempo posterior a Laudato sì, y los logros y fracasos de los trabajos llevados adelante por los líderes mundiales; los riesgos que se corren por la falta de voluntad en acciones contundentes para frenar los factores que provocan el agrabamiento del cambio climático y el deterioro generalizado del medioambiente. Y por supuesto invita el Santo Padre a no descuidar el trabajo en la Conferencia de la partes (COP28), dejando claro que hace falta una mirada integral y acciones con las mismas características.

Para quienes cuestionan si este tema es más o menos prioritario, para ser asumido en el magisterio pontificio, les ofrezco mi respeto, aunque sinceramente me parece que han dejado de mirar al mundo, al ser humano, con ternura y caridad.

Mons. Salvador González

Es Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México.

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