Muchas veces se vuelve tan difícil lograr la colaboración de sacerdotes, laicos y movimientos laicales en las cuestiones organizativas de la evangelización en una diócesis, tales como objetivos similares o planes conjuntos, que uno pudiera preguntarse, ¿será posible algún día la comunión en la Iglesia? Tantas veces escucho críticas al obispo, al sacerdote, al coordinador de un grupo… ¡al Papa mismo! Que me vuelvo a preguntar ¿será posible la comunión en la Iglesia?
La tarea no es menor, los evangelios nos dan testimonio de lo difícil que fue para los primeros discípulos de Jesús, aceptarse y valorarse entre ellos; las dificultades que vivieron incluso ¡para estar de acuerdo con Jesús! Sin embargo, por difícil que parezca esta tarea, Jesús nos ha dejado claro que la comunión es parte fundamental en la credibilidad de nuestra fe. Es evidente que el mensaje de Jesús tiene fuerza, “porque él se atreve a vivir la comunión de corazón con su Padre”, de tal manera que “quien lo escucha a él, escucha al Padre”; y tan importante es la comunión entre los discípulos de Cristo, que escuchamos a Jesús orar tres veces al Padre para que aprendamos a “ser uno”, para que así el mundo pueda creer.
“No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.
Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí”. (Jn 17 20-23)
La comunión en la Iglesia no consiste solo en una colaboración externa en la obra de evangelización, sino en una verdadera comunión de corazón que hace posible el Espíritu Santo. Es decir, no se trata simplemente de que nuestros objetivos y planes estén alineados; sino de experimentar el gozo por lo que nuestros hermanos realizan y la armonía que desde la diversidad de los carismas, el Espíritu Santo construye. Así lo explicaba el Papa Francisco en su homilía de pentecostés:
Esta es la función del Espíritu: es Aquel que, al principio y en todo tiempo, hace pasar las realidades creadas del desorden al orden, de la dispersión a la cohesión, de la confusión a la armonía. Este modo de actuar lo veremos siempre en la vida de la Iglesia. Él da al mundo, en una palabra, armonía; de ese modo «guía el curso de los tiempos y renueva la faz de la tierra»
Este sueño nos lo compartió el papa Francisco el doming de Pentecostés: que todos nos atrevamos en la Iglesia a dejar seducirnos por Dios, por su Espíritu, para que en verdad Él pueda realizar en nuestras vidas la comunión de corazón.
Sin duda que es una tarea ardua, y para los cristianos, imposible realizar sin Dios. Por ello, cuando sintamos que diferimos de nuestros hermanos; cuando nos veamos actuar con indiferencia ante las propuestas de nuestros compañeros de camino; cuando creamos que solo nosotros tenemos la verdad; no caigamos en la tentación de creer que solo en nostros obra Dios.
¡Abrámonos a la rica experiencia del amor de Dios! El es la eterna novedad que sabe enriquecer nuestra vida comunitaria con innumerables dones para que el amor de Dios sea experimentado, reconocido y alabado.
Es por esto que sí creo en la comunión eclesial, no porque los seres humanos seamos perfectos, sino porque Jesús ora por nosotros y nos ha prometido su santo Espíritu. Sea Él nuestra mejor garantía y el motivo principal que nos permita luchar por ser protagonistas y humildes colaboradores de la comunión en la Iglesia.
*Los textos de nuestra sección de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.
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