Llegan las fiestas guadalupanas y todos los mexicanos nos preparamos para celebrar el amor por Nuestra Madre Santísima de Guadalupe. Para ello cada año, en torno al 12 de diciembre, se acercan millones de peregrinos a visitar a su Madre Santísima en el Tepeyac; además, en miles de santuarios, capillas y altares por todo México se celebra nuestro amor por Ella. Cada uno trae su motivación al llegar ante la imagen de nuestra Madre; desfilan cientos de peregrinos: antorchistas, ciclistas, los cueteros, los payasos, los floristas, las familias, las caravanas que vienen de otros estados, las empresas o los peregrinos con causas comunes; cada diciembre la Morenita ve desfilar a todos sus hijos frente a Ella con miles de intenciones en su corazón.

Normalmente no fallan los que buscan cumplir una manda, los que quieren agradecer un milagro, los que han hecho un juramento, o los que tienen por tradición cada año saludar a Nuestra Madre de Guadalupe. ¡Qué tradiciones tan bellas provocadas por el amor de la Virgen Santísima!, que escucha, consuela y cumple su promesa de acompañar a este pueblo mexicano como una Madre acompaña a sus hijos. Así se lo dijo a san Juan Diego: “¿Acaso no estoy yo aquí que soy tu Madre? ¿Acaso no estás bajo mi sombra y protección?

Este año, sin embargo, a causa de las medidas sanitarias y por el bien de todos los mexicanos, muchos nos quedaremos sin poder visitar el cerro del Tepeyac y la casa de Nuestra Madre Santísima. Sabemos que es una difícil situación que debemos afrontar, sobre todo en este año que ha sido tan difícil para muchos. Estamos viviendo tiempos complejos que exigen de todos nosotros gestos extraordinarios; tal vez muchos conozcamos algún ser querido que falleció por Covid-19, o alguien que se quedó sin trabajo, o alguien que tuvo que cerrar su negocio.

Por ello mismo, muchos volteamos a ver hoy a Nuestra Madre del Cielo y clamamos por su intercesión. Yo les aseguro que nadie como Ella entiende nuestro sufrimiento y nos acompaña con su dolor. Estas situaciones no son ajenas a su experiencia como madre; Ella ha visto el sufrimiento de este pueblo a través de guerras, pandemias, crisis sociales, injusticias y más. Por eso Dios la preparó al acompañar a su Hijo hasta la Cruz, ahí Ella comprendió que el dolor causado por la injustica, la enfermedad o la muerte, no tienen la última palabra; la última palabra la tiene el Señor de la Vida quien venció con su Resurrección y Gloria todos estos sufrimientos, abriéndonos con ello un camino de esperanza a todos los que nos acogemos a Él y nos tomamos de la mano de su Madre.

Madre de todo consuelo, Madre de mil dolores, hoy te pedimos que escuches nuestras súplicas; que lleves tu amor maternal hasta el más humilde hogar, hasta el último rincón de nuestro país donde tu memoria es recordada y venerada. Hoy, que no podemos acerarnos a ti, te pedimos que vengas a nuestros hogares, que bendigas nuestras familias, que escuches y consueles nuestros corazones. Te pedimos, ¡oh Virgen del Tepeyac!, que ahí donde encuentres una imagen tuya detengas tu camino, manifiestes tu presencia, y como si fuera tu misma Tilma, bendigas con tu amor a esos hijos tuyos que hoy sufren por no poderte cumplir su manda, su juramento o promesa por responsabilidad y solidaridad con sus hermanos y con todo el personal médico.

A ti que quisieras cumplir tu manda, promesa o juramento, a ti que te emociona cada vez que realizas tu peregrinación a la Basílica de Guadalupe, te invito a abrirle tu hogar y tu corazón a Nuestra Madre Santísima que quisiera visitarte con su maternal protección. Nada la hará más feliz que saber que te cuidaste y cuidaste a tus seres queridos al no exponer tu vida por venir a verla. Este año recíbela en tu casa, en tu taller u oficina y celebra su presencia frente aquella imagen que guardas con tanto cariño. Tenlo por seguro que para Ella, será la mejor manera de honrarla.

Santa María de Guadalupe Reina de México, salva nuestra Patria y aumenta nuestra fe.

 

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Mons. Héctor M. Pérez

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