La voz del Obispo

Los migrantes y refugiados son nuestros hermanos

Todos sabemos que las primeras comunidades cristianas se ocupaban de los pobres y emigrantes. En los tiempos de san Ambrosio y san Agustín estaban los traficantes de esclavos, denominados en el latín de la época “mangones”. Estos traficantes de esclavos se dedicaban a recorrer las costas del Mediterráneo, particularmente del norte de África, para conseguir esclavos, compraban por poco dinero a los hijos e hijas de las familias pobres, o los secuestraban. San Ambrosio vende objetos valiosos para atender a los pobres. Sabemos que s. Agustín pagaba el rescate de los esclavos para que recuperaran la libertad. Incluso tenemos un testimonio del obispo de Hipona, en su sede episcopal situada al norte de África, en un sermón donde hace referencia a aquellos que duermen debajo de los pórticos, que pasan todo tipo de penurias, él los llama los peregrinos, hoy migrantes, forasteros que pasan por la ciudad. Ante esta inquietud crea un albergue para acompañar a los extranjeros, peregrinos, pobres y necesitados de la diócesis de Hipona.

Con tristeza escribo que el Mediterráneo sigue siendo un cementerio de esclavos, así como también nuestras queridas tierras mexicanas. Son muchas las historias que puedo transmitirles desde esta columna de lo que está sucediendo con los menores acompañados y no acompañados, con los jóvenes y adultos que gracias a los hogares que tiene la Iglesia católica en la arquidiócesis de México se les acompaña como hermanos.

La presencia eclesial con los migrantes y refugiados es un acto de caridad que se origina desde la experiencia de encuentro con Jesucristo y se vive en comunidad. Los católicos somos custodios de la vida y la promovemos dignamente desde unos espacios de libertad y creatividad que generan apertura, escucha y diálogo. Desde nuestra espiritualidad regresamos el rostro de humanidad a personas que han tenido que dejar su país, sus costumbres y tradiciones por problemas de trabajo, pobreza y seguridad. Las personas que sufren está tragedia son nuestros protagonistas evitando cualquier tipo de ideologización que lleve a utilizarlos para otros fines totalmente distintos.

Las nuevas tecnologías están modificando nuestra manera de vivir y también la manera de ver la realidad. Con tristeza hemos contemplado por los medios de comunicación el asesinato de unas personas detenidas injustamente en unas oficinas del gobierno federal. Estos hechos han indignado al mundo y han demostrado lo que tanto he podido escuchar en las casas de migrantes y refugiados: el abuso de poder por parte de algunas autoridades migratorias de nuestro país. Uno de los principales problemas que enfrenta México es el de los desplazados dentro del país, pues se estima que en los últimos 20 años 320 mil personas han sido desplazadas de sus comunidades debido a la violencia. La presencia de grandes grupos de migrantes a las afueras de los albergues ha provocado brotes discriminatorios por parte de algunos residentes de dichas zonas.

El Papa Francisco nos recuerda que debemos “acoger la salvación de Cristo, su Evangelio de amor, para que se eliminen las desigualdades y discriminaciones del mundo presente“. “Nadie debe ser excluido“. El proyecto de Dios es “esencialmente inclusivo” y “sitúa en el centro a los habitantes de las periferias existenciales: migrantes, refugiados, desplazados, víctimas de la trata.

Desde el mes de enero en la arquidiócesis de México, la dimensión de movilidad humana organizamos unos espacios de diálogo y escucha con los líderes de casas de migrantes y refugiados católicos y de instituciones privadas, desde el mes de abril se han incorporado miembros de ACNUR y UNICEF para desarrollar unas prioridades que urge cumplir desde la base.

La solución no se encuentra en echar culpas al pasado. Azuzar las brasas de otro tiempo permite integrar en nuestras vidas: el rencor, el odio, la polaridad…Nuestro proyecto de nación debemos vivirlo desde la fraternidad, construir una amistad social para ser artesanos de la paz.

Los datos que tienen las casas de migrantes donde están laicos, religiosas, religiosos y sacerdotes diocesanos trabajando a marchas forzadas dan cuenta de una sociedad que está perdiendo su esencia: la solidaridad.

El Papa Francisco lo expresó muy bien el pasado año en el mensaje en la Jornada Mundial del Migrante y Refugiado “Construir el futuro con los migrantes y los refugiados significa también reconocer y valorar lo que cada uno de ellos puede aportar al proceso de edificación. Me gusta ver este enfoque del fenómeno migratorio en una visión profética de Isaías, en la que los extranjeros no figuran como invasores y destructores, sino como trabajadores bien dispuestos que reconstruyen las murallas de la Nueva Jerusalén, la Jerusalén abierta a todos los pueblos (cf.Is 60,10-11).

Nuestros queridos migrantes nos están haciendo pensar en una reconstrucción del tejido social deteriorado desde hace tiempo. La encíclica sobre el fraternidad humana y la amistad social escrita por el papa Francisco en el 2020 señala queen algunos países de llegada, los fenómenos migratorios suscitan alarma y miedo, a menudo fomentados y explotados con fines políticos. Se difunde así una mentalidad xenófoba, de gente cerrada y replegada sobre sí misma. Los migrantes no son considerados suficientemente dignos para participar en la vida social como cualquier otro, y se olvida que tienen la misma dignidad intrínseca de cualquier persona. Por lo tanto, deben ser protagonistas de su propio rescate. Nunca se dirá que no son humanos pero, en la práctica, con las decisiones y el modo de tratarlos, se expresa que se los considera menos valiosos, menos importantes, menos humanos. Es inaceptable que los cristianos compartan esta mentalidad y estas actitudes, haciendo prevalecer a veces ciertas preferencias políticas por encima de hondas convicciones de la propia fe: la inalienable dignidad de cada persona humana más allá de su origen, color o religión, y la ley suprema del amor fraterno”. El amor fraterno es lo que verdaderamente mueve a los responsables de los países a cuidar el bien común y a integrar la dignidad humana.

Los obispos de México, a través del comunicado publicado el día 28 de marzo destacamos que “el hacinamiento, la sobrepoblación y las condiciones infrahumanas a las que son sometidas las personas en contexto de movilidad, son causa de las numerosas detenciones que realiza el Instituto Nacional de Migración (INM) como resultado de políticas migratorias de contención enfocadas en la seguridad nacional, mas no en la protección de los derechos humanos de las personas migrantes”.

Es tiempo de establecer una estrategias concretas que promuevan la dignidad humana a todos los migrantes, refugiados desde los cuatro verbos que propone el papa Francisco: acoger, proteger, promover e integrar. Diseñar un programa que acompañe y cuide a los migrantes y a los que están directamente involucrados con ellos. Desde la Iglesia arquidiocesana estamos propiciando estos verbos con diálogo y escucha estamos, creando una agenda común en donde las casas de migrantes de la arquidiócesis y las instituciones internacionales como ACNUR y UNICEF juntos pongamos una parte de la compleja solución a la situaciones emergentes con unas prioridades a corto y mediano plazo.

Si bien ACNUR México señala que el acompañamiento de la Iglesia católica es muy importante para fortalecer el trabajo en pro de los migrantes, desplazados y refugiados, por ello es importante caminar juntos y como socios para enfrentar este problema.

En lo que se refiere a las personas migrantes, indicaron que trabajan de manera coordinada con 18 albergues a fin de fortalecer los servicios que en ellos se otorgan y garantizara la atención integral de quienes llegan a ellos. Esta institución internacional tiene vínculos con más de 100 espacios, a través de las 22 oficinas que tienen en el país, para aportarles apoyos adicionales para beneficiar a los migrantes que llegan con ellos.

Los representantes de UNICEF indicaron que la migración ha crecido mucho en los últimos años, por lo que se requiere la cooperación y coordinación de todos para poder apoyar a los migrantes que ingresan al país, por ello el trabajo en red es una propuesta importante y se suman a ella, sobre todo con el objetivo de velar por los derechos de los infantes en tránsito. Señalaron que el tema prioritario está relacionado con los infantes mexicanos repatriados desde Estados Unidos, pues las cifras sobre esa acción se han elevado en el último año, sin embargo, al ser un fenómeno menos visible, no significa que sea menos importante. Los temas a abordar, entre otros, están el evitar la separación familiar en cualquier punto o momento, gestionar sistemas de información puntuales y actualizados, ya que actualmente enfrentan serios problemas para contar con la información real sobre la situación de la niñez en movilidad en México.

Desde la dimensión de pastoral de movilidad humana de la arquidiócesis de México estamos haciendo un planteamiento sinodal. Ante este problema complejo necesitamos soluciones multidisciplinares en las que se requiere mucho de tiempo de escucha por ambas partes: religiosas, religiosos, sacerdotes, abogados, instituciones internacionales y personas que sin ningún fin político quieran colaborar en una solución efectiva a los migrantes y refugiados que pasan por nuestra arquidiócesis con un fin determinado y son nuestros hermanos.

En este proceso sinodal que estamos viviendo en la Iglesia católica los principales enemigos somos nosotros mismos. El papa Francisco lo recordaba en una encuentro con la Pontificia Comisión de América Latina:como niños pequeños damos pasos cortos y torpes. De repente, sentimos que nuestros pasitos sinodales son el ‘gran kairós’, pero más pronto que tarde descubrimos nuestra pequeñez y descubrimos la necesidad de una mayor conversión”.

Para comprender el problema migratorio desde la pastoral parroquial, educativa, universitaria y la vida consagrada debemos cambiar nuestros paradigmas pastorales. Partir de una conversión personal y pastoral. Sin estos pasos no entendemos que este es un camino lento, necesario, coherente y en comunión. Desde la conversión personal la vida comunitaria cambia y está en búsqueda de soluciones que ayuden a trabajar en equipo.

Trabajar en red, sinodalmente, nos abre horizontes y nos da una esperanza. Quedarnos indiferentes, paralizados ante este fenómeno migratorio o dejar las soluciones hasta el último momento es una situación de cobardía en un tiempo en donde Dios nos llama a ser profetas del pueblo de Dios y no del Estado.

Mons. Francisco Javier Acero

Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México desde el 18 de noviembre de 2022. En 1993 se consagra como religioso agustino recoleto y realiza sus estudios de filosofía y teología; ordenado sacerdote el 31 de julio de 1999.

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