Participa cada lunes a las 21:00 horas (tiempo del centro de México) en La Voz del Obispo en Facebook Live. Este lunes 10 de mayo podrás conversar con el autor de este texto, el Obispo Auxiliar, Mons. Carlos Samaniego
Todos los fieles cristianos, obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos y laicos, somos la Iglesia y tenemos el deber y el derecho de empeñarnos en la tarea de enseñar sobre la Iglesia.
Ahora bien, los maestros participan desde el magisterio enseñando la verdad, el bien y el arte de aprender a vivir y servir, ¿cómo realizar esta tarea?, ¿con qué actitudes?, ¿con qué criterios? Para obtener la respuesta basta contemplar a Jesús Maestro.
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El maestro es superior en el sentido de que tiene algo que otro no tiene y que le puede otorgar, se trata de una superioridad para servir a otro, pero no para sobreponerse al otro.
Los grandes educadores nos invitan a fijarnos en los padres de familia cuando están delante de sus hijos pequeños: una madre de familia cuando su hijo llora, se le acerca, se agacha, le habla y, aunque el niño todavía no es consciente, la mamá le dice: “Háblame, dime qué te pasa, qué te duele”.
Al cabo de unos minutos, la mamá está llorando junto con su niño, la mamá se frustra porque no puede entender a su niño. En cambio, la Segunda persona de la Trinidad se encarnó en el seno purísimo de la Virgen María, y así Dios se hizo niño para entender al hombre. Dios no se frustró como la mamá que no podía entender a su hijo. La Palabra eterna del Padre se hizo carne y habitó entre nosotros, Dios es Emmanuel, es el Dios con nosotros, Dios que se hizo hombre para que el hombre encontrara el camino para acercarse a Dios.
Querido Maestro, la lección que nos da Jesús Maestro es la de la humildad, Dios se agachó como los padres de familia ante sus hijos pequeños, para enseñarnos la materia más importante: el arte de aprender a vivir.
El enseñante trata de transmitir la ciencia, ¡y qué bien!; sin embargo, el ser maestro implica un plus porque, en este caso, el maestro, además de transmitir ciencia quiere transmitir vida. El enseñante se dirige a la inteligencia del alumno; en cambio, el maestro a la mente y al corazón.
El enseñante procura hacer personas instruidas, cultas y hasta eruditas; el maestro procura con gran empeño formar personas, buenos ciudadanos, auténticos cristianos.
El enseñante procura siempre una mayor competencia; pero el maestro apuesta más por la coherencia.
En tiempos de Jesús, como en los nuestros, había muchos oradores. Jesús Maestro le decía a sus discípulos, refiriéndose a los escribas y fariseos: “Hagan lo que les digan, pero no imiten sus obras… ellos dicen una cosa pero hacen otra”. En cambio Jesús, Maestro bueno, es coherente, y esto se refleja en la unidad de su pensar y actuar. “Cristo no nos redimió con palabras hermosas, sino con su Pasión, Muerte y Resurrección” (Card. Ratzinger).
Estimado maestro, ¿nos comprometemos o renunciamos a la tarea formativa de nuestros muchachos y jóvenes?, ¿qué piensas?, es un desafío, ¡Vamos! “No tengas miedo”. El papa Benedicto nos dice que “las dificultades no son insuperables”, a Dios le interesa más de lo que nos imaginamos la tarea formativa.
Dios quiere que seas un instrumento fiable de la obra que Él quiere realizar a través de tus manos, Dios es quien quiere transformar a aquél jovencito rebelde y travieso en una persona sólida, un ciudadano comprometido, un cristiano auténtico, y esta obra, la realiza a través de los educadores, a través de ti que eres maestro. Que seas un reflejo vivo de Jesús Maestro.
¡Feliz Día del Maestro!
Monseñor Carlos Enrique Samaniego López, Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México.
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