La voz del Obispo

La experiencia de visitar la vida consagrada

Hemos experimentado con la Visita Pastoral del Señor Cardenal y sus Obispos Auxiliares cómo Dios ha visitado a su Pueblo. Los 5120 miembros de votos estamos sumamente agradecidos por la visita a nuestras comunidades, por las Asambleas realizadas en cada Zona pastoral en donde con la metodología de consensos reflexionamos sobre nuestra participación en la Arquidiócesis en la pastoral juvenil vocacional y pastoral familiar; y también estamos agradecidos por la Visita de los seis Obispos auxiliares y nuestros vicarios episcopales a la Vida consagrada de cada zona.

La Vida consagrada de la Arquidiócesis de México a partir de la Visita pastoral experimenta fuertemente un llamado a ser protagonista en el camino sinodal, no a ser espectadores del proceso. Nos sentimos interpelados por las palabras del Sínodo: comunión, participación y misión y llamados a orar, reflexionar; a confrontarnos y a compartir experiencias con la libertad de quien se fía del Espíritu Santo.

La Vida Consagrada históricamente ha tenido la experiencia de vivir y hacer misión en Sinodalidad. Es por ello que, en esta materia, podemos aportar nuestro caminar a todo el Pueblo de Dios, sin vivir más de un modo paralelo a la diócesis en donde estamos presentes, pues los votos que hemos hecho son un don divino para enriquecer la Iglesia.

En este sentido la Vida consagrada para ser ella misma necesita de la Iglesia, pues es en la Iglesia donde despliega sus dones y carismas. Por su naturaleza la Vida Consagrada no puede verse sino destinada al misterio eclesial, la autoreferencia sería contradictoria. Por tanto, es necesario seguir creciendo en esta conciencia y madurar esta convicción de manera concreta en la Iglesia particular al grado que cada uno de los religiosos viva y sienta con la Iglesia particular.

Ahora bien, si decimos que para que la vida consagrada sea ella misma necesita de la Iglesia. Decimos también que para que la Iglesia sea ella misma necesita de la vida Consagrada. La Vida Consagrada no le puede faltar a la Iglesia, porque la concepción de una Iglesia particular formada de ministros sagrados y laicos sin la presencia de la Vida consagrada no corresponde a la intensión de su Fundador.

Sabemos que las familias religiosas y las nuevas formas han tenido su origen en la historia, pero sobre todo en la forma de vida Nuestro Señor. La Vida Consagrada fue querida por Jesús como porción irremovible de su Iglesia. Es así como los religiosos, siempre desde sus propios carismas, son un regalo para la vida de la Iglesia.

Por tanto, los dones jerárquicos y carismáticos edifican la vida de la Iglesia, coexisten y se expresan en la unidad de Iglesia de Cristo. El mismo Espíritu que actúa en la jerarquía es el mismo Espíritu que distribuye los carismas.

Un carisma, por ejemplo, no puede expresar el potencial que el Espíritu Santo le ha donado si no lo reconoce, valora y promueve el Obispo de la diócesis donde se encuentra aquel carisma. Por ello, el Obispo escucha lo que el Espíritu dice a las Iglesias y la vida consagrada vive según las indicaciones y normas pastorales que el Obispo da para el crecimiento de su diócesis.

El Papa Francisco ha dicho que el objetivo de la sinodalidad es la reciprocidad fecunda de los diferentes dones que el Espíritu Santo da a la Iglesia. La escucha reciproca supone reconocimiento de la pluralidad en la unidad. Debemos aprender que el Espíritu Santo es el maestro de la diversidad sin menoscabo de la Unidad. La espiritualidad de la comunión favorece el intercambio de dones y carismas entre congregaciones, laicos y la Jerarquía eclesiástica siempre en la Unidad de la Iglesia.

Por ello, cultivar la capacidad de escucharse mutuamente, valorar lo bueno y positivo y reconocer el testimonio mismo de las comunidades religiosas en nuestra diócesis es expresión de una Iglesia Sinodal.

Creemos que la valoración de la presencia de los religiosos en la diócesis ha crecido a raíz de la Visita pastoral y es justo y necesario, pues deseamos desplegar nuestros carismas participando en la vida diocesana de manera cada vez más concreta manifestando con nuestro testimonio que realmente CRISTO VIVE EN MEDIO DE NOSOTROS.

Mons. Carlos Samaniego

Es Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México.

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