El 9 de mayo de 2024, en la Basílica de San Pedro, el Papa Francisco convocó oficialmente el Jubileo Ordinario de la Esperanza 2025 con la bula “Spes non confundit” (La Esperanza no defrauda). El documento dice que el Jubileo dará inicio el 24 de diciembre y concluirá el 14 de diciembre del próximo año.
Para la preparación al Jubileo el Papa ha propuesto el “Año de Oración” a fin de que este año ayude a todos los cristianos católicos a descubrir la importancia de la oración y experimentar la esperanza en Dios. Es por ello que quisiera aprovechar este espacio para hablar de una carta titulada “Sobre algunos aspectos de la meditación cristiana” firmada por el entonces Cardenal Ratzinger en su calidad de Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la fe el 15 de Octubre de 1989 y que nos puede traer muchas luces para vivir este año que prepara el Año santo.
El hecho: hay una experiencia que podemos verificar empíricamente en el ser humano dentro de las culturas y principalmente dentro de los cristianos, se trata de como “El deseo de aprender a rezar de modo auténtico y profundo está vivo en muchos cristianos de nuestro tiempo”. También es cierto que el cristiano se siente atraído a formas de meditación que le ofrecen otras religiones o culturas, como por ejemplo formas de meditación ligadas a religiones orientales. Esto expresa ese deseo de Dios del que hablábamos antes y que deja ver la necesidad de recogimiento interior y profundo contacto con lo divino. Frente a este hecho, la Iglesia expone en este documento algunos criterios de carácter doctrinal y pastoral para orientar la oración del cristiano, a fin de permanecer fieles a las enseñanzas de Jesús que nos han sido transmitidas por la tradición cristiana.
El objetivo: La carta invita a responder al deseo y necesidad de aprender a orar, para que las formas de oración que pudieran ser practicadas por los creyentes en Cristo no pierdan su naturaleza, personal y comunitaria.
La cuestión: el contacto con otras religiones y culturas han llevado a los cristianos a interrogarse sobre el valor que pueden tener en su vida de oración los estilos y métodos de meditación ejercitadas y promovidas hoy de religiones y culturas no cristianas y que promueven calma interior ante la agitación del mundo actual. La cuestión se plantea en términos de necesidad de estos métodos para encontrar una paz interior ante el vertiginoso mundo cambiante por la tecnología y la aceleración en los ritmos de las relaciones sociales y el enriquecimiento de los métodos tradicionales en la Iglesia que les son poco atractivos al cristiano de hoy.
Presupuestos de la respuesta: para responder hay que plantear en qué consiste la naturaleza íntima de la oración cristiana y después, y solo después, ver si puede ser enriquecida con otros estilos y métodos. Una premisa imprescindible es el hecho de que la naturaleza íntima de la oración cristiana es el hecho de que la oración cristiana está determinada por la estructura de la fe cristiana en la que se hace presente la relación de dialogo personal, íntimo y profundo de Dios y su creatura humana.
Otro presupuesto es el hecho de que la oración cristiana ha de expresar la Comunión de las criaturas redimidas con la vida íntima de las Personas trinitarias. En esta comunión, que se funda en el Bautismo y en la Eucaristía, se encuentra contenida una actitud de Conversión que se concreta en el paso del propio egoísmo a la apertura hacia Dios, se trata de un éxodo del “yo” al “Tú” de Dios. “La oración cristiana rehúye a técnicas impersonales o centradas en el yo” (que producen un espiritualismo intimista incapaz de abrirse a Dios y al prójimo).
En esta búsqueda legítima de nuevos modos de oración hay que considerar que la oración cristiana siempre tiene presente el encuentro de la libertad infinita de Dios y la libertad finita del hombre, de tal manera que no hay una predeterminación que aniquile la posibilidad de una oración de Dios que libremente quiere orientar los pasos del ser humano hacia el bien y la verdad y el hombre que puede elegir el camino propuesto por Dios libremente por ser el mejor camino para encontrar el sentido a su vida.
Hablaremos más acerca de esta carta, pero, por ahora basta concluir, después de repasar algunos aspectos imprescindibles de toda oración auténticamente cristiana, que Jesús orante es el modelo de toda oración cristiana, porque es Dios y nos expresa la voluntad del Padre (“quien me ve a mí ve al Padre”) y porque nos enseña humanamente como responder a la voluntad del Padre (“hágase tú voluntad” “siempre hago lo que agrada al Padre”) en un dialogo constante, profundo e íntimo que deja fuera todo aislamiento, intimismo privado y relajación que obstaculizan la comunión personal con Dios y con el prójimo, frutos esenciales de la oración cristiana.
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