“El Reino de Dios no es un sistema político, social o religioso; el Reino de Dios es Dios, Dios que está presente y actuante en la historia, en el mundo, en mi vida”. Estas palabras del Cardenal Ratzinger en su Discurso sobre la Nueva Evangelización nos dejan ver que el darse cuenta de la presencia de Dios y de la apertura a su plan salvífico hacen presente el Reino de Dios. Por tanto, hace falta despertar la conciencia de la presencia de Dios con la oración, con libros de espiritualidad, con reflexión y acompañamiento espiritual y fortalecer la voluntad con el ejercicio de virtudes para estar prontos a lo que Dios nos deja ver claro, aunque a veces no vaya de acuerdo con lo que deseamos. Muchas veces decimos de otros: “si se diera cuenta y se esforzara un poco todo sería diferente en su vida”. Pues de eso se trata: darse cuenta de lo que nos pide Dios, sobre todo el cumplimiento fiel de los deberes de estado, quizá corregir algún error, contrarreaccionar a los vicios, ejercitarse en alguna virtud, realizar un acto de caridad, aceptar las contradicciones de la vida, etc. Pues de eso se trata: tratar de hacer, por fin, aquellas cosas que va pidiendo Dios en cada momento por pequeñas que parezcan. En el nuestros deberes de estado se puede sintetizar aquello que Dios nos pide y en su cumplimiento el darle su lugar como rey al dejarlo actuar en nuestra vida. De tal manera que quisiera que nos centráramos en los deberes de estado de una manera muy concreta con una frase que escuche hace algunos años de un sacerdote que nos dirigía una meditación a un grupo de jóvenes, entre los cuales yo era seminarista. La frase esta llena de contenido, de vida y de un sentido muy práctico: “Haz bien, pronto y alegremente el deber del momento presente, como una ofrenda de amor al Padre, servicio a los hermanos y camino de santidad”. Ahora desmenucémosla:

“Haz bien”: se trata de hacer bien lo que tenemos que hacer, en el momento y en el lugar donde lo tenemos que hacer. Hacer bien el bien, no a medias sino con gran perfección porque está dedicado a Dios. Preguntaba santa Teresa a una novicia “¿Por quién barre hermana?” Y la novicia respondía “por Dios Madre” y la santa, acostumbrada a no quedarse sin decir la última palabra, y viendo que la novicia no barría con esmero le dijo “pues no lo parece hermana”.

“Pronto”: no a regañadientes, no con desidia, no postergando las cosas, pues la peor decisión es la propia indecisión. Se trata de ser diligentes ante la voluntad de Dios.

“Y alegremente”: con entusiasmo, felices por haber encontrado la voluntad de Dios y tener la dicha de ponerla en práctica para mostrar correspondencia a su amor. Se trata de “obediencia pronta y alegre” a los planes de Dios, aunque a veces no coincidan con nuestros propios planes.

“El deber del momento presente”: el camino más corto entre dos puntos es la línea recta; pues la línea recta para alcanzar la santidad nos enseñaba en Cardenal Van Thuan es “el aprovechamiento del tiempo presente”. Se trata de colmar de amor todos los puntos de la línea del tiempo. Cada momento es hora de amar a Dios. El pasado ya pasó, el futuro todavía no está, solo tenemos el momento presente y aquello que en este tiempo Dios nos está pidiendo. Decía Teresa del Niño Jesús “Para amarte, Oh Dios mío solo tengo el día de hoy”.

“Como una ofrenda de amor al Padre”: la ejecución de la voluntad de Dios en nuestros deberes de estado son una ofrenda en la que nosotros mismos nos ofrecemos al Padre como oblación voluntaria. Podemos unirnos a las palabras del Señor Jesús diciendo “yo doy mi vida, a mí nadie me la quita”.

“Servicio a los hermanos”: dice una consigna “quien no vive para servir no sirve para vivir”, el deber del momento presente encuentra su orientación en el servicio a los demás, encuentra su sentido en cuanto que con éste contribuimos a la edificación de una mejor sociedad.

“Y camino de santificación”: la voluntad de Dios cumplida en nuestra vida ayuda a crecer en la amistad con Jesús y esto es lo que llamamos santidad. Es a través de los deberes de estado como encontramos un camino para la santidad.

Así pues, contribuyamos al desarrollo del Reino de Dios en nuestra vida al darnos cuenta de que Él está ahí y dejándolo actuar sin obstáculos y sin mayor retraso de nuestra conversión. Demos testimonio de nuestra conciencia de la presencia de Dios dejando que el haga en nuestra vida su santa voluntad y así manifestemos que “El Reino de Dios está aquí”.

 

 

 

 

 

Mons. Carlos Samaniego

Es Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México.

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