El jubileo de la juventud será un espacio para encontrarse con otros jóvenes. Foto: DLF
Diversas tragedias recientes en el mundo y en nuestra patria, que han tenido a jóvenes como protagonistas, evidencian el incremento exponencial de la depresión, la desorientación, la soledad y la violencia entre muchos de nuestros jóvenes, lo cual debe hacernos pensar seriamente de qué forma los estamos acompañando, como Iglesia y como sociedad, y comprometernos en un cuidado más atento de quienes son el futuro y la esperanza de la humanidad.
En particular, quisiera reflexionar y llamar la atención acerca de la urgente tarea de todos aquellos que tenemos responsabilidades en la formación y acompañamiento de las nuevas generaciones (padres de familia, tutores, Iglesia, gobierno, instituciones educativas, etc.): promover y procurar la salud emocional y espiritual de los adolescentes y jóvenes.
La salud mental, emocional y espiritual están estrechamente vinculadas. En este artículo me centraré en delinear algunas sugerencias sobre el primer aspecto (cuidado de la salud mental y emocional de los jóvenes) y si Dios lo permite, en mi siguiente colaboración para Desde la fe, hablaré del cuidado de la salud espiritual de nuestros jóvenes.
Más que definir qué es la salud mental y emocional, sería importante hablar de algunos aspectos o rasgos que caracterizan a una persona emocionalmente sana y procurar ayudar a nuestros jóvenes a crecer en esos aspectos, que son los siguientes:
a) Adecuada imagen de sí mismo
Conocimiento adecuado de sí mismo.
Autoimagen adecuada.
Aceptación y valoración de sí mismo.
Aceptación no sólo del propio presente, sino también de la propia historia.
Confianza en las propias capacidades y, por lo tanto, seguridad en sí mismo.
b) Relaciones interpersonales sanas
Relaciones interpersonales serenas y cordiales.
Relaciones interpersonales profundas, estables y significativas.
c) Auténtica experiencia del amor (recibido y otorgado)
Una necesidad esencial en la vida de todo ser humano, lógicamente los jóvenes no son la excepción, es la necesidad de saberse y sentirse amado, pero también la necesidad de poder amar a otros. Quien no se siente amado ni digno de ser amado, quien se considera despreciable a sí mismo o, al menos, indigno de recibir amor y respeto, seguramente vivirá desequilibrios en su interior, desequilibrios a veces muy severos que pueden incluso llevar a la persona a “vivir sin vivir”, a “sobre vivir” o a vivir enojado consigo mismo y con la vida, incluso con Dios.
No obstante, hay jóvenes, que no se sienten amados(as) sea porque no están contentos consigo mismos, quizá porque algunas experiencias en la vida (personales, familiares, etc.) los han hecho sentirse poco dignos de amor.
Desafortunadamente a veces en la misma familia se hace sentir a las personas que no valen nada, que no merecen nada, que son poca cosa: cuando los papás (o uno de los papás) quería que el hijo no naciera, cuando los padres comparan a un hijo con otro diciendo que uno es mejor, cuando se ha vivido el abandono por parte del padre o de la madre, cuando el padre, la madre o alguien muy cercano le ha repetido a la persona incesantemente que no vale nada, que no es nadie, que nunca podrá ser mejor, que no saldrá adelante, etc.; cuando una persona ha sido rechazada o humillada; cuando alguien ha sido maltratado física o psicológicamente; cuando alguien ha sido abusado(a) sexualmente (máxime por parte de algún familiar, a veces incluso por parte del propio papá o mamá, o por parte de algún hermano (a), etc.
Incluso a veces los medios de comunicación y algunos criterios sociales ponen en riesgo nuestra posibilidad de amarnos y de creer en nosotros mismos. Por ejemplo, cuando los medios presentan (para hombres y mujeres) la idea de que sólo es valioso quien tiene un cierto tipo de cuerpo (escultural, atlético, bello, siempre joven, etc.), cierto tipo de rostro, de color de piel, la posesión de determinados bienes, etc. Eso hace que algunas personas duden de la propia valía.
De hecho, como bien lo sabemos, hay jóvenes que llegan a caer en situaciones desastrosas para la propia vida con tal de sentirse valiosos y aceptados por un círculo de “amigos” o por la sociedad: quien se autodestruye con las drogas, quien cae en la “vigorexia” haciendo ejercicio para verse siempre bien, dejando de comer (anorexia o bulimia), lacerando su propio cuerpo, etc.
Es muy importante ayudar a nuestros jóvenes a aceptarse y valorarse como son. Cuando alguien no se ha sentido respetado, valorado y amado, difícilmente se valorará a sí mismo y muy probablemente, también tendrá serias dificultades para amar a los demás.
d) Orientación de la vida a partir de valores e ideales que la iluminen y le den un sentido
Es fundamental ayudar a nuestros jóvenes a plantearse con seriedad el sentido de sus vidas y acompañarlos para que tengan metas altas, sueños nobles; que persigan una vida significativa, plena por el servicio y el amor a Dios y a los demás.
e) Experiencia del amor de Dios y amistad con él
Ya se ha señalado más arriba la necesidad intrínseca e irrenunciable que tiene todo ser humano de amar y sentirse amado, ser amado. Sin embargo, la “cualidad” del amor que necesitamos no es cualquiera. Como personas necesitamos de un amor incondicional, de un amor total, desinteresado, limpio. Necesitamos estar seguros de que seremos siempre amados, más allá de las circunstancias de nuestra vida. Uno de los miedos más grandes de todo ser humano es el de no ser suficientemente amado.
El amor que necesitamos sólo puede provenir de Dios porque solo él es capaz de amarnos de modo totalmente incondicional.
Por eso, la salud emocional y mental está íntimamente vinculada con una adecuada experiencia del amor de Dios y una adecuada relación con él y es deber de los adultos cristianos ayudar a nuestros jóvenes a conocer y sobre todo experimentar el amor de Dios.
Queridos padres de familia, tutores, educadores, sacerdotes, religiosos(as) y todos aquellos que estamos en contacto con los jóvenes, ¡redoblemos nuestros esfuerzos por amarlos y servirlos, por orientarlos y acompañarlos para que sean maduros, fuertes y felices, procurando todo cuanto sea necesario para que tengan salud mental, emocional y espiritual!
La escalera de la Capilla de Loreto en Nuevo México desconcierta desde hace más de…
Conoce quién fue Santa Dymphna, patrona de las personas con depresión y descubre su historia,…
La Asociación Médica Mundial se opone fuertemente a la eutanasia, pues la ética médica debe…
Abrazar es mucho más que un gesto: es una manera de decir “te amo”, “aquí…
El Credo manifiesta la apertura que con gusto me lleva a aceptar que mi pequeñez…
El gesto de Fátima Bosch sintetiza el valor de una generación que entiende que callar…